domingo, 21 de octubre de 2012

En los zapatos del otro

Me gustaría hacer una reflexión  acerca de la importancia de  saber manejar los distintos puntos de vista. En la saga de Juego de Tronos, existe una figura denominada por el autor,  “cambiapieles”, que es un individuo que tiene la facultad de penetrar dentro de un animal o de otra persona. Así pues, estos hombres, mujeres y niños, sin moverse del sitio,  pueden sentir  la intensidad del hambre en un lobo huargo,  disfrutar del melodioso vuelo del águila o experimentar la agilidad de un salvaje cuando va de caza.

 En realidad, estos cambiapieles son unos extraordinarios empatizadores, capaces de meterse con desenvoltura en la piel del otro. Menos fantástico y más coloquialmente  yo lo expresaría, para que nos entendamos,  con el popular dicho “meterse en los zapatos del otro”.
                                                                                                                            
Dejar nuestros zapatos para calzarnos los de otra persona, nos cambia la perspectiva de las cosas, al vernos en la tesitura de actuar fuera de nuestro campo. Así, más allá de la atalaya de nuestras creencias  y de nuestros  valores, el lugar del otro que nos parecía tan concreto, tan factible y tan simple de resolver, se nos muestra tan arduo como nuestra propia existencia, porque con este juego de malabares zapateril, en verdad de lo que nos descalzamos es de nuestros  prejuicios.

Y a partir de aquí dejaremos de proclamar afirmaciones del tipo, “las cosas son como tienen que ser”, “no me merezco esto”, “hay que hacerlo como debe ser”, “no me lo esperaba de ti”; para pasar al “cada cual hace lo que puede”. Con este ejercicio, no se intenta, ni mucho menos, justificar las acciones de cada uno, sino llegar a entenderlas.

Ponernos los zapatos del millonario, del político, del obrero, del parado, del corrupto, incluso del asesino, nos ayuda a ejercer el noble arte de la tolerancia, hoy por hoy, completamente denostado.

Entiendo que con los tiempos que corren en los que vamos teniendo un sentimiento de pérdida galopante, parar, en medio de la vorágine, resulta dificultoso; sin embargo, precisamente es ahora cuando hay que afrontarlo, para no caer en el error de vivir en unos zapatos muy pequeños, o demasiado atados que nos hacen sentirnos sobradamente seguros de nosotros mismos.

Soy consciente de que comenzar este ilustre ejercicio con algunas figuras de las mencionadas, tan alejadas de nuestra propia realidad social, como puede ser la del político, el millonario o el asesino, supondría dificultades, incluso sería escandaloso para algunos; en ese caso pues, podríamos hacer el juego con alguien más cercano a nuestra experiencia vital. Ponernos en los zapatos de nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestro jefe, resultaría igual de fructífero y saludable.

Quería dejar constancia de esta reflexión por escrito, a modo de  recordatorio para mi propio uso y también para quien quiera compartirlo, ya que la palabra escrita es, tal vez, menos efímera que la de viva voz. Con ello, mi intención sería señalar, recalcando, que el juego de los puntos de vista, es el juego de la tolerancia, de la riqueza de sus matices, de la inteligencia en todos sus ámbitos, de la salud mental,  de la concordia y de la paz porque comprender al otro es comprendernos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
 
  


                                                                                                                          V. Abad

2 comentarios:

  1. Amén.
    ...y me viene a la cabeza que casi siempre llevo zapatos que no son de mi talla.

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  2. Olé, olé y olé. Qué de salud aporta la tolerancia. No dejes este asunto como un "recordatorio"; insiste sobre él, que aunque el proceso sea lento, acaba introduciéndose en las personas y aportando una gran dosis de tranquilidad y felicidad.

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