jueves, 11 de septiembre de 2014

El universo es un Oxímoron


Ya nos lo decía Heráclito, ese extraordinario filósofo que según Heidegguer, no enseñaba doctrina pero daba qué pensar; pues decía, que lo contrapuesto concuerda y que de la discordancia nace la más bella armonía. Y me inclino humildemente ante el lacónico griego por regalarnos este principio universal del que deduzco que, el mundo es un enorme oxímoron.
Lingüísticamente, un oxímoron es una expresión que contiene dos conceptos de significado contrario. Por ejemplo: “ verdad relativa”, “ libertad condicional”, “calma tensa”… Sin embargo, lo más grande es que, lejos de ser una figura lingüística, responde a una realidad: situaciones opuestas dando lugar a una nueva...
Y todo esto se cumple cuando observamos que el universo es un todo que nace de la nada, que la estructura de nuestro sistema planetario se sustenta en algo que no existe, o que lo que aparentemente intuimos sólido, contiene una gran parte de vacío. Materia y vacío para formar la totalidad.
Si fuéramos capaces de comprender, al menos aceptar, esta prodigiosa simbiosis de la disparidad, podríamos, tal vez, vivir con más soltura. Y digo “tal vez”, porque parece que nuestra mente aún no está preparada para entender esta combinación de contrarios. Sin embargo, admitir lo que para nosotros no deja de ser una abstracción, nos llevaría a abrir campos de comprensión y por tanto,  a crecer.
Por ejemplo, un tremendo error es creer en la permanencia de nuestra realidad.  El ser humano lleva el estigma de la certidumbre, desde los firmes razonamientos de la ciencia, hasta la vida cotidiana. Una trampa que nos encierra dentro de una cúpula de seguridad, en la cual nuestra existencia se nos presenta sólida, y cuando en ella se demuestra la falsedad de nuestro planteamiento, caemos en la oscuridad.
Abrirse al mundo desde lo irreconciliable, nos llevaría a la tolerancia, también a comprender la inconsistencia de  la vida y a afirmar que  no hay más certeza que el instante en que vivimos, idea cruel pero intensa, si somos capaces de disfrutarla con la convicción del que no posee más que el presente para vivir. A partir de ahí viene todo lo demás. Derribando las nociones de solidez y permanencia, damos el salto al vacío, y el vacío es eternidad.

Por medio de la mezcla de los contrarios accedemos al cambio, lo que significa avanzar, pues nada en sí mismo es absoluto, aunque nuestra mente se agarre a una estabilidad que se sustente en la nada. Creer en el oxímoron obliga a nuestro raciocinio a cimbrear sobre el concepto, a caracolear entre el sí y el no, porque la vida es un puro baile que anhelamos disfrutar al margen de lo que pueda ocurrir mas allá de nuestros pies, unos pies que fueran capaces de danzar entre la dicha  y la adversidad en aras de conseguir el equilibrio personal. 

                                                                                                    V. Abad