lunes, 31 de diciembre de 2012

Adios 2012


Crecer es vivir y el año 2012 se marcha cargado de experiencias surgidas de golpe y sopetón; mucho bueno, mucho avance, mucho acertijo para salir airoso ¡qué granuja 2012! Gracias.

 Le pido a 2013 que no pare, porque parar es morir. Que traiga más, si puede ser a tiempos, a ritmos, para poder cimbrearme sobre el laberinto de la vida. Y si hay algo en mis ancestros, en mi memoria, en mi ADN que pueda impedir el movimiento hacia delante, ruego sea eliminado fulminantemente. Crecer y crecer, vivir y vivir, ¡gracias 2013!

                                                                                        V. Abad

viernes, 28 de diciembre de 2012

Un cuento para la cena


Acabo de ver como intentabas zafarte de la muerte. Eres un civil sin armas tumbado en el suelo inerte, pero vivo. Te veo en la televisión a la hora de la cena cuando el locutor del informativo va relatando tus esfuerzos por seguir viviendo. Permaneces quieto mientras el narrador explica tus intentos de salir del fuego cruzado, fuego inútil ante un gran número de cadáveres… elogia tu perspicacia, tu ocurrencia de no mover ni un músculo para que crean que estás muerto. Sin embargo la cámara enfoca tus ojos que siguen parpadeando, por eso los espectadores sabemos que estás vivo, aunque desconocemos lo que va a ocurrir. La secuencia me absorbe, habrá quizá, quien la siga como si fuera la de una de esas películas de guerra, pero yo sé que es real. Según el locutor, te confías creyendo que ha pasado el peligro y  ruedas por el suelo hasta llegar a cubierto intentando levantarte, pero un disparo en tu pierna te obliga a salir corriendo. Casi lo consigues, cuando al llegar a la  esquina de la calle,  una ráfaga te hace caer abatido mientras las palabras de fondo  afirman que tristemente no pudiste lograr un final feliz; entonces dejo caer el tenedor y me tapo la cara con las manos, esos disparos acaban de romper mi corazón.

Sé que eres un hombre joven, anónimo, no sé si de Alepo, Palestina o China, me es igual. Eres una de tantas víctimas de la sinrazón. Si tengo que ponerme en lugar de alguien, solo puedo ponerme en el tuyo. Me pregunto por la motivación del que te disparó, aunque es la guerra. Comprendo la profesionalidad del cámara si la pretensión era denunciar. Entiendo la finalidad de los telediarios que es informar. Pero ¿cómo se pueden relatar esas imágenes en un tono monocorde, dejando al espectador pendiente del desenlace, como si de un cuento con adivinanza incluida se tratara? 

¿Cómo podemos asistir diariamente al sufrimiento sin sentir un mínimo de empatía? Es una actitud que  induce a  los niños a incorporar la muerte y el asesinato en sus vidas de manera brutal, sin distinguir realidad y ficción, ni lo que vale una vida.Claro que ahora el primer mundo “estamos pasándolo mal”, por eso sobrevivimos como simples espectadores del naufragio, mirando nuestro desgastado  ombligo.

Mis lágrimas brotan sin control ante la percepción de ese lado oscuro de la condición humana del que me siento responsable. Los disparos a mi también me han abatido y me pregunto  desolada ¿qué se puede hacer? aunque... ¿se puede vivir sin hacer nada? Supongo que no, pero la mayoría de las veces no hacemos nada, bueno sí, seguimos cenando.

                                                                                                                       V. Abad

viernes, 14 de diciembre de 2012

Miramiri


                           Sección Lavar y marcar (15)



Creo que nunca he hablado de la todóloga, esa mujer sentada a mi lado llamada Pamela.

Pamela está más cerca de los sesenta de lo que aparenta pero tiene muy buena pinta. A ella le encanta decir su edad y sorprender hablando de su pequeña hija, fruto de una menopausia traicionera que le hizo madre en vez de abuela, ya que tiene hijos mayores que hacen su vida, aunque entren y salgan continuamente del hogar familiar según sus circunstancias personales y laborales.

Pamela me da confianza porque muestra desinterés por la vida de los otros, a la vez que revela una gran inclinación hacia todo lo demás; te puede hablar tanto de cómo eliminar las manchas de chicle de la tapicería,  como del efecto Doppler, determinante –según nos contó- para la teoria del Big Bang. Porque además de psicóloga, ella es una esponja absorbiendo y soltando datos. Me encanta  todo lo que dice aunque a veces sea una pasada.

Las clientas le dicen que esconde un topo en la Zarzuela, cuando nos cuenta historias de la Casa Real, algunas un tanto variopintas y tronchantes. Yo creo que se las inventa, pues tiene un gran sentido del humor. Dudo de hasta cuánto sabe, porque cuando hablas con ella, calla y otorga, te deja hablar, como si supiese  más de lo que tú le estás contando. Lo que es innegable, es que es una persona erudita que utiliza un vocabulario culto, con una buena conversación, y alguien que me hace sentir cómoda y de quien no me escabullo; tal vez sea, además de por su personalidad, por su condición de terapeuta.

Nos encontramos con Mati en la zona de lavado, inmersas en la conversación sobre los motes, divertidas porque algunos son de traca. El origen ha sido el alias de Esparpaco, que le viene como anillo al dedo y con unas circunstancias melodramáticas increíbles. Yo ya no me siento mal por lo que ocurrió, al fin y al cabo son cosas que pasan.

-Volvería a renombrar algunos apelativos porque se han quedado un tanto obsoletos –Nos dice Pamela.

-Bueno, antes habrá que bautizar a quien no lo tiene ¿no?-le contesto con retintín.

-¡Ah! Lo dices por ti. Yo ya te lo habría puesto, lo tengo clarísimo.

-No seas mala, Pamela.

-¿Por qué es mala, Mati? –le pregunto.

- Porque quedamos en que no era definitivo. Los motes se van cociendo, por eso son para siempre.

-De eso nada -contesta Pamela-, hay muchos que están pasados de moda. Los motes van con la personalidad y ésta suele ir cambiando con las circunstancias. Acuérdate Mati que tú antes de jefa, eras brujilda.

-Ja, ja y todavía me lo llamáis.

-¿Bujilda?, me gusta ¿por qué será? –le digo chistosa.

-Lo sabes bien Miri –me contesta Mati-. Dicen que soy bruja y ya me gustaría a mí serlo. Ahora resulta que leo el pensamiento, lo que no saben es que son ellas las que me lo  leen a mí, y enciman me castigan con el mote.

-Un poco extrasensorial sí eres –le dice la todóloga-, aquí todos cargamos con lo nuestro,  el mío es insólito.

-Pues no digamos el de “jolines”, ese es una judiada, -les digo un poco vengativa aún.

-Todos son así –afirma Mati-, dicen algo bueno y malo de ti según te lo tomes.

-Entonces, si es más importante el proceso que el propio apodo, podríais decirme el eliminado –suplico curiosa.

-¡Nada de eso! –contesta Mati

-¿Por qué no? Pues se lo voy a decir yo –replica Pamela risueña.

-Bajo tu responsabilidad, tú eres la experta.

-¡Dime, dime, por favor! – insisto.

-En el principio de los tiempos eras Mirimira, pero lo hemos descartado – me comenta Pamela como quien cuenta un secreto.

-¡Mirimira! Y ¿por qué? –contesto sorprendida.

-Bueno era antes, ahora estamos esperando nuevos datos porque esto no es concluyente, claro.

-Sí, pero ¿Por qué Mirimira? No lo veo.

-¡Hija porque eres toda ojos! ¿Aún no te has dado cuenta de lo que miras?
 –me explica Pamela con insistencia.

-Sí eso sí, pero esperaba algo más interesante.

-¿Puede haber algo más interesante que ser una persona observadora? – al final Mati se moja-. Verás Miri, lo tuyo es una actitud, sin embargo no está decidido, porque tiene que haber otra forma  de decir más  sobre ti. Pero que conste que nunca vas a quedar satisfecha.

-Hay que tomárselo con humor, es importante saber cómo te ve la gente –me asegura la todóloga-, yo lo instituiría en todos los ámbitos. ¿Te imaginas que tuviéramos un mote en cada ambiente que nos movemos? Sería una información sobre nosotros mismos muy valiosa. Podríamos encontrar hasta nuestra marca.

-Sí, pero sigo diciendo que es muy simple mi presunto sobrenombre.

-Por eso no es el definitivo. Algunas personas son más complicadas. No te dejas ver Miri, y eso lo sabes, así que no hay unanimidad -asegura Mati.

Me siento un poco chafada. Ya están Yoli y Ángela preparadas para lavarnos y va llegando gente. Menos mal que me han chivado mi posible alias las personas que yo hubiera elegido, pero el motecito tiene su gracia. Es verdad que Pamela dice que todo apodo tiene su enjundia, pero el mío me parece casi un insulto.

¿Es que Miri sólo mira? Me pregunto a la salida de la peluquería cuando las luces de las farolas ya están encendidas, mientras me voy acercando a la casa que me succiona cada vez que paso por su acera. Se ven las paredes iluminadas de luces bajas, dando, si cabe, más sensación de calidez. Me sorprende una figura asomada a la barandilla de la que no me había percatado en mi ensimismamiento, es una mujer que está fumando en la sombra. No puedo verla  pues el reflejo del interior la sume en la oscuridad, pero seguro que es la dueña. Y de repente río, porque me acabo de sorprender a mi misma: Sí, parece que Miri mira, y mucho.

 Tendré que dejar de mirar todo lo que me rodea con este énfasis ¿Mejor dejarme ver aunque suponga ponerme en evidencia? Un día cualquiera podría decir: ¡aquí estoy yo! Y entonces, tal vez,  no sería Mirimira, sino que me señalarían con el dedo diciendo ¡Mira! Miri, convirtiéndome en Miramiri, ¡menudo juego de palabras! Pero quedaría un poco mejor –sonrío-. Lo consultaré con la almohada, me digo algo abrumada. ¡Hay que ver los enredos que me traigo conmigo misma!

                                                                                                   V. Abad