viernes, 8 de agosto de 2014

Mi Ebook se pone moreno


Hace unos años esperaba con cierta curiosidad la llegada del libro electrónico. Yo era de una de esas personas que mantenían distancias respecto a este avance tecnológico, pues me costaba aceptar que se pudiera leer algo sin sentir el tacto especial de las páginas en las manos. Tenía rechazo hacia la idea de un utensilio lleno de publicaciones a la carta, que oscurecía, cuando practicamos el arte de la lectura, ese culto al objeto en sí mismo, que es el libro de papel. Eso pensaba.

Sin embargo, y a pesar de mis reticencias, fui de las primeras personas de mi entorno que tuvo su flamante Papyre como regalo de cumpleaños, por lo cual, una vez controlados  los prejuicios y aprendido el manejo de los archivos y los distintos formatos (que había muchos menos, todo hay que decirlo), pude comenzar a disfrutar de sus ventajas.

Recuerdo un verano que estaba leyendo una conocida saga de seis libros en el que la pantalla "petó", surgiendo en mi la desesperación, pues era tal el apego a ese artefacto de función cuasi perfecta, que llegué a pensar que ningún otro podría sustituirlo. Después llegó la rueda de distintas marcas y modelos que iba descartando según el uso, hasta que di con el que actualmente conservo. Sin embargo la enojosa experiencia me demostró la necesidad de  abrirnos y subirnos al carro de los adelantos para disfrutar de sus ventajas.

Ahora me siguen encantando los libros en papel, pero necesito a mi amado Ebook para vivir, ya que, siempre a la cabecera de mi cama, forma parte de mi vida cotidiana. Tal es la identificación que tengo con él, que cuando me voy de vacaciones y tomo el sol mientras leo, se pone moreno. Si, lo he dicho bien, ¡MORENO!; con la luz del sol se va oscureciendo la pantalla de tal manera que  tengo que ir leyendo un poco más rápido, para que se vuelva a aclarar con el salto de página, o buscarme una sombra para que no se repita el curioso fenómeno.

Seguramente existirá una respuesta técnica a esto, aunque yo prefiero creer que mi libro se mimetiza conmigo respondiendo, al igual que mi cuerpo, a los efectos solares. Me encanta pensar que es la prolongación  de mi misma y que entre él y yo existe una mágica alianza.

 Así que nos marchamos juntos, él con su fundita de piel, yo con mi bikini, a ligar bronce y a disfrutar de las miles de historias que nos quedan por compartir, hasta la reaparición de un nuevo artilugio que vuelva a hacerme la vida más fácil.

 ¡Felices vacaciones!


                                                                                                                             V.  Abad