lunes, 8 de octubre de 2012

La Gran Alemania



El domingo por la noche en uno de los mejores programas que emite la televisión llamado “Salvados”, su presentador Jordi Évole, se trasladó a Alemania para preguntar a distintos analistas sobre la influencia de la política alemana en la crisis española. Se interrogó, al respecto,  a un economista español, un corresponsal del periódico  “La Vanguardia” y un economista alemán.


Quiero hacer especial hincapié en las palabras de este último, Jürgen Donges economista y asesor de la canciller Ángela Merkel, quien en un impecable y sospechoso castellano, recitó el repetido mantra que los españoles llevamos escuchando de  voces de los distintos poderes: “ustedes los españoles han vivido por encima de sus posibilidades”.  Además de estas declaraciones el gran teutón manifestó más o menos las lindezas siguientes:

“nosotros los alemanes hemos hechos los deberes”
“no estoy dispuesto a que mis hijos y mis nietos paguen su deuda”
“hay que acortar el período de subsidio porque es perverso”
“Ángela Merkel es muy blanda, al final cede”

Todo ello, como digo,  con palabras en un perfecto español  pero pronunciadas, si se me permite la expresión,  con el sonido del idioma alemán, que parece escupir sílabas a bocajarro. Sin embargo, fue satisfactorio ver que, a pesar de tenerlo tan claro el entrevistado, en algunos momentos no tuviera respuestas para las sagaces preguntas del entrevistador.

También resulta sorprendente, y se habló en un momento dado de ello, que el talante  perfeccionista y victimista alemán resultaba coincidente con el argumento catalán: “Nosotros damos más y recibimos menos” “la culpa de lo que está pasando la tiene España”. Claro está que, salvando las distancias, ya que todos sabemos, también los catalanes, que Cataluña tampoco ha hecho los deberes y ha sido una de las primeras comunidades en pedir el rescate. Pero detalles aparte, el discurso insolidario y egoísta es el que suelen mantener ciertos nacionalismos, que nada tienen que ver con el noble sentimiento del sentido de pertenencia que tenemos todos a nuestro pedazo de tierra.

Asumiendo que los españoles, nativos de un país meridional y relajado, no hayamos hecho los deberes, y dejando aparte la debilidad de una democracia sustentada en una clase política corrupta; me gustaría creer que no todos los alemanes piensan así. Alemania, una de las factorías de los mejores filósofos de la historia del pensamiento, los más geniales de origen semita, dicho sea de paso, no puede justificar la crisis europea con la irresponsabilidad de los países mediterráneos.

Y si es así, tan sólo puedo decir que pobre Alemania, pobre España y pobres seres humanos, si creemos que el camino se anda con la máxima de “lo mío  es mío y lo tuyo  también”. Este es el verdadero estigma que legamos a nuestros hijos y nietos y no la deuda.

El egoísmo es el germen de todas las guerras que hemos acarreado a lo largo de la historia, y esta crisis es una guerra más, ahora sin morteros, donde las familias de clase media y baja,  terminan por caer en el raquitismo más bárbaro por estrangulamiento. Pero esta vez el armamento lo pone el propio gobierno a sus ciudadanos con la connivencia de los países más ricos, es “fuego amigo” en el que los contribuyentes se achicharran de recortes y violación de derechos humanos. Tal atrocidad nos está llevando a una movilización que puede resultar peligrosa dado el carácter beligerante del pueblo español y no hay más que echarle un vistazo a la historia. 

Por ello no dejo de marcharme a dormir con ese regustillo de tristeza al ver la gran ignorancia del hombre y los sofismas en los que puede basar su condición de ser superior.

Ser humano, significa precisamente ser “humano”. Y hasta que no sepamos que lo que nos hace superiores de las demás criaturas es el sentimiento y no el pensamiento, hasta que no sintamos una verdadera empatía hacia el otro, hasta que Alemania no crea que hay que ayudar al Sur y el Sur sepa que, como puerta del tercer mundo, tiene que entregarse a ello en cuerpo y alma, para poder repartir equitativamente las riquezas del mundo; no seremos merecedores de este privilegiado apelativo ni tan siquiera de vivir en este gran planeta azul.


                                                                                                           V. Abad

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