viernes, 19 de diciembre de 2014

Feliz Navidad



Las luces, los atascos, los comercios, el bullicio, los bares, la lotería, los villancicos, los polvorones, el turrón, el roscón, los regalos, los niños, el belén, el abeto, el frío, la melancolía, la soledad, la nostalgia, la pobreza, la solidaridad, las sorpresas, la magia, los amigos, la familia, los que vuelven, los que no llegan, los que están sin estar, los que no están… Todo es Navidad

La Navidad es algo muy dulce que los años suelen convertir en amargo, eduquemos nuestro paladar para que no sea ni lo uno ni lo otro y podamos disfrutar del sabor agridulce.

¡Feliz Navidad!!
                                                                     V.  Abad
                                                            

                                                                          

viernes, 12 de diciembre de 2014

Puertas y ventanas


Cada año es una ilusión, una esperanza, un pellizco ante el desconcierto del porvenir, gracias a que la vida está llena de puertas y ventanas por las que poder avanzar. En ocasiones atraviesas unas, a veces te decides por las otras. Tal vez este año has salido por la puerta grande, airoso  de algún percance, seguro de tus logros, feliz por situaciones positivas producidas. O puede que te hayas visto obligado a salir por la ventana, sigiloso para no hacer ruido, temeroso de lo que tienes encima, divertido porque es más ameno saltar que marchar a pie… Existen infinitas posibilidades y nos vamos a decidir por aquellas que nos resulten más apropiadas; sin embargo, lo verdaderamente importantes es saber, ser consciente, de que hay una salida para todo, de que estamos rodeados de puertas y ventanas de distinto nivel; gateras, agujeros por los que podemos escurrirnos, asomarnos y sentir la libertad de poder ir más allá, alejarnos de lo que nos disgusta, aprender, crecer y experimentar la vida como un gran juego que continuamente te sitúa en la primera casilla, con la molesta sensación de volver a empezar. Pero no es así, todo fin es un comienzo y cada puerta o ventana es un paso, un vuelo hacia la inmensidad. 

                                                                                                           
                                                                                                                            V.  Abad

lunes, 3 de noviembre de 2014

La llamada de la responsabilidad





Tal vez Carlos no comprenda nada de lo que le está pasando, pero es consciente de que le ocurre. Cada día se ve obligado a hacer un alarde de valor para coger su coche y marchar a trabajar. Él, que no tuvo un solo día de síndrome posvacacional, ni una tarde siniestra de domingo fin de fiesta,  camina arrastrando los pies hacia la puerta, en un acto de voluntad para no salir corriendo.

Atrás quedan las ilusiones perdidas, los muchos días de entrega, los estímulos creativos que hacían de su profesión algo motivador y atractivo compensando cualquier sobreesfuerzo. No había más satisfacción que el trabajo bien hecho.

Él, que lleva escrito en su ADN conseguir el alimento de su familia por medio del buen hacer y que la base de su crecimiento reside en ello, hoy siente que no es nadie. Porque cuando consigue entregar lo mejor de sí mismo en aquello que se supone es su trabajo, se desintegra en el ninguneo zafio de los que mandan ahora.

Llegaron después, con su posgrado de una escuela capitalista que escupe gañanes de medio pelo, sin la categoría moral de los que les precedieron. Escualos pendencieros y coléricos que utilizan el grito y la descalificación para desarmar al compañero más brillante, para humillarle con el fin de situarse un palmo por encima de él. Cobardes, cagados que ostentan un poder perecedero y en su precariedad eximen el mando con la fuerza de un cíclope, en la convicción de que tienen que mantener aquello que ni les pertenece, ni se merecen.

Carlos, se siente una nutria en un desierto y por propio convencimiento rechaza convertirse en alacrán, por eso todos los días calcula en unas hojas las posibilidades de una jubilación aún lejana, haciéndole prisionero de un puesto de trabajo que ya no le llena. La desesperanza se cuela por sus heridas abiertas día a día, a golpe de veneno y hostias. ¡Cuánta ignorancia! ¡Cuánta injusticia!

En este momento no posee la serenidad del pensador, tan solo la paciencia del sufridor para soportar lo que no está escrito. Sabe que como él, los buenos profesionales de su edad contratados en las grandes empresas privadas o en las administraciones, obedecen a  incultos plegados al poder,  amarrados al yugo del resultado, de la optimización, en una inútil batalla de ganarle tiempo al tiempo con frases como “quiero esto para antes de ayer”. Un patrón de esclavitud trasnochado,  sin horarios, sin derechos, recuperado por los mandamases europeos del norte, modelo de economías emergentes orientales que ha invadido el espacio vital del alegre ciudadano del sur.

Carlos en su desconsuelo, no ve el fin de esta situación  producto de un invento llamado crisis que emite el esquizoide mensaje de recortar para consumir, esclavizar para rentabilizar, mientras crece la brecha entre ricos y pobres; esos ricos que contratan carniceros de la ética para cubrir su más perniciosa avaricia.

Ante este desastroso panorama, existen personas que ansían la jubilación diciendo a los jóvenes,  “yo ya he cagado el mundo, ahora os toca comerlo a vosotros” ¡Qué gran verdad! Hemos defecado un mundo a una juventud a la que dejamos endeudada, que emigra con sus buenos títulos en las peores condiciones, que trabajan y piden créditos para pagar sus estudios. A aquellos aún menores de edad, que conscientes de las dificultades de sus padres para darles comida y techo, marchan a la escuela con libros usados, y tienen el uso de razón suficiente para detectar lo que es justo de lo que no es.

Ahí están, llamando a la puerta y lejos de esta actitud de los desesperados de abandonarlo todo, habrá que compartir sus sueños, aportar la experiencia de Carlos y gente de su tiempo, porque estar en el lugar equivocado no resta valor; muy al contrario, su generación tendrá que dar la mano a las novatas, saltándose el trecho de la estupidez y la sinrazón de los que menospreciaron la inteligencia. De ahí aquel gran número de mujeres maduras que a sabiendas de su esterilidad, apoyan en las manifestaciones a esas otras más jóvenes, contra una ley del aborto castradora y abusiva, o la aparición de los yayoflautas en el 15M. Es la llamada a la responsabilidad de los que creen estar al borde de la cuneta. Pasado y futuro para construir el presente.

Así pues, gracias al ritmo cíclico que gobierna el universo, se irán los borricos con su necedad y llegarán los jóvenes de las décadas venideras con los que hay que trabajar codo a codo. El talento dará la mano al talento para el imperio del sentido común, y serán Carlos y sus contemporáneos, aquellos que una vez apostaron por un cambio en este país, los que con su acervo existencial,  compartan los valores de una nueva generación que ansía su momento de libertad.

Pero eso él no lo piensa aún, de momento sufre pacientemente a la manera de occidente con un esquema de esclavización de oriente. Ojalá fuera oriental, pues esperaría serenamente, a ver pasar el cadáver de sus verdugos y recuperar el derecho a soñar.



                                                                                                                                 V.  Abad

jueves, 11 de septiembre de 2014

El universo es un Oxímoron


Ya nos lo decía Heráclito, ese extraordinario filósofo que según Heidegguer, no enseñaba doctrina pero daba qué pensar; pues decía, que lo contrapuesto concuerda y que de la discordancia nace la más bella armonía. Y me inclino humildemente ante el lacónico griego por regalarnos este principio universal del que deduzco que, el mundo es un enorme oxímoron.
Lingüísticamente, un oxímoron es una expresión que contiene dos conceptos de significado contrario. Por ejemplo: “ verdad relativa”, “ libertad condicional”, “calma tensa”… Sin embargo, lo más grande es que, lejos de ser una figura lingüística, responde a una realidad: situaciones opuestas dando lugar a una nueva...
Y todo esto se cumple cuando observamos que el universo es un todo que nace de la nada, que la estructura de nuestro sistema planetario se sustenta en algo que no existe, o que lo que aparentemente intuimos sólido, contiene una gran parte de vacío. Materia y vacío para formar la totalidad.
Si fuéramos capaces de comprender, al menos aceptar, esta prodigiosa simbiosis de la disparidad, podríamos, tal vez, vivir con más soltura. Y digo “tal vez”, porque parece que nuestra mente aún no está preparada para entender esta combinación de contrarios. Sin embargo, admitir lo que para nosotros no deja de ser una abstracción, nos llevaría a abrir campos de comprensión y por tanto,  a crecer.
Por ejemplo, un tremendo error es creer en la permanencia de nuestra realidad.  El ser humano lleva el estigma de la certidumbre, desde los firmes razonamientos de la ciencia, hasta la vida cotidiana. Una trampa que nos encierra dentro de una cúpula de seguridad, en la cual nuestra existencia se nos presenta sólida, y cuando en ella se demuestra la falsedad de nuestro planteamiento, caemos en la oscuridad.
Abrirse al mundo desde lo irreconciliable, nos llevaría a la tolerancia, también a comprender la inconsistencia de  la vida y a afirmar que  no hay más certeza que el instante en que vivimos, idea cruel pero intensa, si somos capaces de disfrutarla con la convicción del que no posee más que el presente para vivir. A partir de ahí viene todo lo demás. Derribando las nociones de solidez y permanencia, damos el salto al vacío, y el vacío es eternidad.

Por medio de la mezcla de los contrarios accedemos al cambio, lo que significa avanzar, pues nada en sí mismo es absoluto, aunque nuestra mente se agarre a una estabilidad que se sustente en la nada. Creer en el oxímoron obliga a nuestro raciocinio a cimbrear sobre el concepto, a caracolear entre el sí y el no, porque la vida es un puro baile que anhelamos disfrutar al margen de lo que pueda ocurrir mas allá de nuestros pies, unos pies que fueran capaces de danzar entre la dicha  y la adversidad en aras de conseguir el equilibrio personal. 

                                                                                                    V. Abad

viernes, 8 de agosto de 2014

Mi Ebook se pone moreno


Hace unos años esperaba con cierta curiosidad la llegada del libro electrónico. Yo era de una de esas personas que mantenían distancias respecto a este avance tecnológico, pues me costaba aceptar que se pudiera leer algo sin sentir el tacto especial de las páginas en las manos. Tenía rechazo hacia la idea de un utensilio lleno de publicaciones a la carta, que oscurecía, cuando practicamos el arte de la lectura, ese culto al objeto en sí mismo, que es el libro de papel. Eso pensaba.

Sin embargo, y a pesar de mis reticencias, fui de las primeras personas de mi entorno que tuvo su flamante Papyre como regalo de cumpleaños, por lo cual, una vez controlados  los prejuicios y aprendido el manejo de los archivos y los distintos formatos (que había muchos menos, todo hay que decirlo), pude comenzar a disfrutar de sus ventajas.

Recuerdo un verano que estaba leyendo una conocida saga de seis libros en el que la pantalla "petó", surgiendo en mi la desesperación, pues era tal el apego a ese artefacto de función cuasi perfecta, que llegué a pensar que ningún otro podría sustituirlo. Después llegó la rueda de distintas marcas y modelos que iba descartando según el uso, hasta que di con el que actualmente conservo. Sin embargo la enojosa experiencia me demostró la necesidad de  abrirnos y subirnos al carro de los adelantos para disfrutar de sus ventajas.

Ahora me siguen encantando los libros en papel, pero necesito a mi amado Ebook para vivir, ya que, siempre a la cabecera de mi cama, forma parte de mi vida cotidiana. Tal es la identificación que tengo con él, que cuando me voy de vacaciones y tomo el sol mientras leo, se pone moreno. Si, lo he dicho bien, ¡MORENO!; con la luz del sol se va oscureciendo la pantalla de tal manera que  tengo que ir leyendo un poco más rápido, para que se vuelva a aclarar con el salto de página, o buscarme una sombra para que no se repita el curioso fenómeno.

Seguramente existirá una respuesta técnica a esto, aunque yo prefiero creer que mi libro se mimetiza conmigo respondiendo, al igual que mi cuerpo, a los efectos solares. Me encanta pensar que es la prolongación  de mi misma y que entre él y yo existe una mágica alianza.

 Así que nos marchamos juntos, él con su fundita de piel, yo con mi bikini, a ligar bronce y a disfrutar de las miles de historias que nos quedan por compartir, hasta la reaparición de un nuevo artilugio que vuelva a hacerme la vida más fácil.

 ¡Felices vacaciones!


                                                                                                                             V.  Abad

martes, 15 de julio de 2014

Hasta siempre

                                                     
                                                              Con la luna llena,
                                                              paren las mujeres
                                                              a sus angelitos.
                                                              Con la luna llena,
                                                              volvió la madre
                                                              a por su niñito,
                                                              pues lo dejó chiquito,
                                                              lo dejó solito
                                                              ¡Pobre huerfanito!
                                                              Ya llega la luna,
                                                              Ya llega la madre.

                                                              El abandonadito
                                                              antes de marcharse,
                                                              con un dedo firme,
                                                              indica a su prole
                                                              lo que es conveniente.

                                                              Todos obedecen,
                                                              nadie se resiente,
                                                              ninguno rechista,
                                                              lo que se hizo siempre.
                                                              Queda todo dicho,
                                                              la casa, el dinero,
                                                              la estatua, el nicho…
                                                              ¡Mamá lo primero!

                                                              Esposa, hijos, nietos,
                                                              una gran familia
                                                              con muchos biznietos,
                                                              se acordonan fuera;
                                                              pero es luna llena,
                                                              hay que despedirse,
                                                              mamaita espera.

                                                             “No sintáis disgusto,
                                                               que voy a mimarle
                                                               con todo mi gusto,
                                                               pues es mucho tiempo
                                                               sin poder besarle.”

                                                              “No tengáis pesares,
                                                                pues yo soy la madre
                                                                de vuestros hogares,
                                                                que calentaré en invierno
                                                                con mi amor eterno”
                                                                Ya llega la luna,
                                                                Ya llega la madre,
                                                                Ya llega la noche,
                                                                Se va yendo el padre.

                                                                A la madrugada,
                                                                camina sin prisa,
                                                                con una sonrisa,
                                                                recibe a su madre.

                                                                Las luces del alba
                                                                son de bienvenida,
                                                                las de la mañana,
                                                                cantan despedida.
                                                                Ya se fue la noche,
                                                                Ya se fue la luna,
                                                                Ya se fue la madre
                                                                meciendo la cuna.

       
                                                                                                           V. Abad             

miércoles, 9 de julio de 2014

Facebook 2


En el post publicado recientemente  en este blog, titulado “Facebook”, yo hablaba sobre cuál podría ser el objetivo de esta red social al hacernos la pregunta:
“qué estás pensando". Decía  que  normalmente a nadie le interesa lo que piensa el otro, por tanto, me resultaba bastante chocante que así lo hiciera.

Ahora,  mi curiosidad aumenta cuando leo en el diario “El Mundo” de fecha 30 de Junio, el  siguiente titular: “Facebook manipuló sin permiso a miles de usuarios para un estudio sobre respuestas emocionales” (http://www.elmundo.es/tecnologia).

Al parecer, y según la misma noticia, en enero de 2012 se utilizaron las cuentas de un gran número de usuarios para hacer estudios de impacto emocional que fueron publicados en una revista de ciencias en EEUU.

El procedimiento más o menos era este,  se exponían una serie de contenidos y se observaba, según esos contenidos, la respuesta emocional positiva o negativa de los integrantes del grupo de trabajo. Con este estudio se intentaba comprobar  el contagio emocional  de masas.

Por todo esto, algunos internautas han puesto el grito en el cielo, mientras los representantes de la red se han defendido diciendo que llevan un riguroso proceso interno y que guardan la coherencia con la ley de protección de datos ¡¡bien!!

¡Vaya, vaya! Sr. Facebook,  así que mi recelo no era infundado, sino que tal como suponía,  cualquier movimiento por parte de vosotros,  responde a un objetivo. Echáis el alpiste, y nosotros nos lo comemos.  Conejillos de indias gratis para  ingentes estudios de masas en una granja muy, pero que muy  nutrida. Así pues, después de todo lo dicho,  voy a poner en la casilla de tu insistente pregunta lo qué estoy pensando.

Pienso en la justicia, y en la diferencia que existe entre la legalidad y la moralidad. Que para mí, en todos los procedimientos en los que se actúa con seres humanos, la ley debe ir amarrada a la ética, porque  no me sirve que algo pueda llevar el sello de legitimidad, si se están excluyendo aspectos tan delicados  como las emociones o los sentimientos, y en este caso se ha experimentado con personas a las que se les ha practicado subrepticiamente y sin su consentimiento, la observación y se las ha manipulado para obtener ciertas respuestas.    

Sr. Facebook, no es de recibo, pero el mal ya está hecho. Ahora soy  yo la que le pregunta por el motivo de semejante experimento y me gustaría incidir, una vez publicada la investigación, en el hecho de su aplicación, en la que también se puede ser sumamente legal y perdidamente inmoral. Por ejemplo, está permitido fabricar armas, pero también venderlas en países en los que van a ir a parar a manos de niños relegados a la guerra, todo está muy bien apañado. Por tanto, cualquier estudio de masas, y en especial este, efectuado sin ningún tipo de código deontológico, puede llegar a manos depredadoras que sabrían ponerle la “intención”, esa palabra que tiene la facultad de convertir algo legal en amoral. Cualquiera podría manejar los datos de vuestra prospección para incentivar, estimular, impulsar, propiciar determinados comportamientos, que según el propósito asignado resultarían perfectamente legales y decididamente amorales. 

Así pues, aviso para navegantes. Soy consciente de la facilidad y la libertad que nos proporciona el mundo de la tecnología, pero también que puede ser una trampa. De todos es sabido que las redes sociales están llenas de datos que nosotros nos encargamos de publicar confiadamente. Nuestra intimidad totalmente abierta a la red, nos da sensación de amplitud, por lo que nos expansionamos y prolongamos hacia el más allá virtual, a veces, sin medida; y nos queda mucho por aprender a manejar y controlar este bien común. Mientras tanto, sería bueno que, dado que los poderes no van a hacer uso de valores a la hora de actuar, tuviéramos en cuenta la otra cara de la moneda, y aplicáramos la sabiduría de la prudencia, virtud aristotélica por excelencia, basada en la elección del grado medio, para evitar ser manipulados más de lo que nosotros podamos controlar.

                                                                         
                                                                                                                   V. Abad

miércoles, 25 de junio de 2014

El profesor de Historias














El profesor Larrea procede a dar su charla diaria en el aula de Bachillerato a una veintena de adolescentes, que esperan divertidos y expectantes su clase de hoy. Él, imparte la asignatura de Historia, sin embargo sus alumnos le tienen por “el abuelo cuenta cuentos”, porque al excéntrico docente no le gusta aburrirse ni aburrir, y en vez de dar la materia con los hechos memorables del pasado recogidos en el programa de la asignatura; recomienda los temas que tienen que estudiar en casa,  para pasar rápidamente a lo suyo, y lo suyo es eso, contar historias. 

El viejo Larrea es un personaje singular, a punto de jubilarse después de algún que otro reenganche. A lo largo de los muchos años de ejercicio de la profesión, ha ido evolucionando hacia la más adorable locura con la connivencia de sus superiores que consienten su excentricidad, gracias a su buena fama y la aceptación de sus pupilos, las cuales se han ido incrementando con el tiempo. Y es que éstos se preguntan por qué el viejo no se repite nunca y si traerá preparado el relato de casa, ese relato casi siempre fascinante que suele comenzar con el movimiento de sus manos nudosas y expresivas, anunciando un nuevo viaje al país de la fábula.

Hoy el anciano luce un aspecto bastante sereno que contrasta con el de uno de sus alumnos de aire malhumorado y distraído, el cual mira vagamente hacia el exterior de la ventana. El preceptor se dirige hacia el adolescente para devolverle a la realidad,  con el habitual revuelo de manos, que acaban por reposar suavemente en la cabeza del joven, cuando comienza a decir lo siguiente. 

-Esta mañana,  señor Lozano no nos encontramos a pleno rendimiento pues noto cierta languidez en tu actitud -Larrea es un docente muy empático- y si bien, un viejo como yo podría preguntarse, cómo alguien en el esplendor de la juventud puede mostrar esta disposición, te diré que a pesar de todo, te comprendo. 

El muchacho, ante estas palabras, se repliega hacia la mesa incorporándose en la silla, deseando no ser el centro de la cuestión de ese día. Sin embargo, el anciano continúa con su discurso.

-La verdad, es que muchas veces nuestra mente no acompaña al cuerpo, incluso, diríase que a veces le boicotea, pero eso nada tiene que ver con los años. Y es que, a menudo la vida nos resulta pesada, cuanto más joven peor, porque se tienen demasiadas expectativas por cumplir y queremos resultados ya. Cuando sentimos que fracasamos nos tambaleamos entre la pesadumbre y la rebeldía, y eso nos suele dejar agotados. Por eso digo que te comprendo, y entiendo que dirijas tu pensamiento más allá de lo que ocurre en este aula.

Ahora el profesor se vuelve al resto de la clase, haciendo alarde de una presencia en otro tiempo imponente, que produce un lenguaje no verbal  muy intenso al abrir sus largos brazos para volver a hablar nuevamente.

-¿Y qué sería de nosotros si careciéramos de sueños? ¿Si no fuéramos capaces de creer que existen y que se pueden realizar? Incluso podemos soñar que soñamos, pues a  mayor número,  más se podrán cumplir. Por cada uno que fallemos, ¡tres de un golpe! –chasquea los dedos efusivamente- volveremos a desear, así hacemos crecer exponencialmente mil victorias a partir de una derrota. 

-Aunque el verdadero éxito –continúa más calmado- está en la capacidad de soñar y no en los resultados. En hacer que esos sueños te impulsen, te eleven, te ayuden a crecer al margen de un triunfo o un fracaso. Cuánto más hubiéramos ganado, si el pequeño y bigotudo alemán, hubiera aprobado el examen de acceso a la Escuela de Bellas Artes, en vez de apoderarse del mundo. Tal vez habría sido un genial pintor y no el gran dictador que fue. Primero tuvo un sueño, después una ambición, siempre entre el deseo y la codicia  media la frustración.  

Entonces en tono bajo, como si quisiera que sus palabras sólo fueran escuchadas por los oídos de sus pupilos, mirando fijamente a cada uno de ellos, les hace la siguiente confidencia.

-Yo también miro como nuestro compañero, más allá de este aula, más allá del país, más allá del planeta, porque –levanta la voz alegremente- ¿Sabéis cuál es mi deseo? Pues que mis sueños me lleven más allá del mundo… Sí, sí, no pongáis esas caras de asombro pequeños ombligos sufrientes, que existen otros mundos.

-Y no estoy hablando de la luna -replica chistoso-, allí han clavado unas banderas como si el planeta fuera un pincho moruno, a mi no me gustan las banderas. Tampoco se trata de Marte, donde chismorrea un extraño robot dirigido, que toma muestras para contar a los humanos cosas del  planeta rojo -ríen los muchachos ante la ocurrencia del narrador que les parece un tanto delirante.

¡Qué torpe es el hombre! –exclama con elocuencia- no hace honor al ser humano que es, desconocemos las profundidades de nuestro planeta, de nuestro cerebro, pero pretendemos dominar el orbe. Este es el sueño de muchos. 

Pues bien –recupera el hilo de la conversación-, lo de fuera del mundo está un poco más lejos de todo esto, pero también más cerca. Imaginaos que fuera del mundo hubiera seres como nosotros, aunque pudieran tener otra apariencia.Que ellos, fueran  distintos en su manera de concebir la vida, que existieran, más que vivieran. 

-Me he perdido profesor, ¿cuál es la diferencia? –le interrumpe una muchacha de ojos cautivadores.

-Vivir es experimentar la vida, existir, es vivir con conciencia, y como podéis comprender yo prefiero existir, por eso me gusta creer que pueda ser así. 

Con la vista perdida y una ternura sin igual el educador siguió dando rienda a su imaginación.

-Un lugar donde la enfermedad no existiera, pues al vacunarse tales seres,  no con bichos como nosotros, sino con pequeñas dosis de cólera, de envidia, de avaricia, pasiones que nos afean tanto a las personas, quedarían inmunes activándose un mecanismo de defensa del alma, que protegería el cuerpo en vez de traicionarlo.

-Profesor,–pregunta interesado otro adolescente-¿Cómo se activa el mecanismo de defensa del alma?

-Con una energía muy  potente  llamada Amor… -Silencio. Todos callan ante las últimas palabras de su autor.

Tímidamente, el joven melancólico de la ventana le dice– ¿Usted cree que pueda existir algo así?

-Ese es mi sueño David Lozano, ¿cuál es el tuyo?

-Y ¿cómo se llegaría a ese lugar? –le vuelve a interrogar impaciente, sin reparar en que el profesor le hizo una pregunta.

-Deseándolo, nada más –sonríen sus ojos azules empequeñecidos por la edad, mientras suena el toque de fin de la clase.

Los alumnos no se mueven, todos se han quedado absortos.

-Hemos terminado, os dejo como tarea descubrir cuáles son vuestros sueños y el compromiso de no abandonarlos jamás.

Aquellas fueron las últimas palabras del anciano profesor Ricardo Larrea, que dejó de contar historias porque jamás se le volvió a ver por ningún lugar. Cuando entraron en su casa, todo estaba en perfecto estado, en el mismo orden; todo, excepto la bicicleta verde claro con la que se trasladaba al instituto cada día. Hombre y bicicleta se habían esfumado, por eso la gente buscaba su cuerpo por carreteras y caminos, sin embargo, sus alumnos habían compartido el secreto de su despedida en la última clase  y susurraban entre ellos, que a la bicicleta le habían crecido unas grandes alas para realizar el mayor deseo del sabio soñador.


V.  Abad

martes, 17 de junio de 2014

Facebook




Me encuentro en la sala de un gran ambulatorio en la que los pacientes se agolpan en las puertas de las distintas consultas. Por el número de personas deduzco que la espera va para largo, por lo que  decido distraerme un poco conectándome a facebook, desde mi teléfono móvil.

Según voy entrando en el sugestivo mundo digital, las voces se reducen a un murmullo lejano que envuelve mi mismidad. Yo y ESO: Página de inicio con las crónicas de actualidad, tiendas online, peticiones de amistad de rostros vagamente conocidos, amigos que muestran su intimidad familiar con demasiada alegría, frases geniales de autores célebres, anuncios… todo un mundo de realidades paralelas que podrían responder a la fascinante teoría cuántica; porque mientras alguien está trabajando, discutiendo,  conduciendo o haciendo el amor, en el mismo instante, su imagen sonriente o un pensamiento suyo, aparece grabado en este espacio con la misma actualidad, informándonos incluso, de que se encuentra escuchando Spotify.

Y yo, testigo virtual como ellos, mientras salto  de pantalla en pantalla, voy  sorprendiéndome  de la pregunta que se me repite insistentemente: “ ¿qué estás pensando? ” pregunta que suelo obviar por la aprensión que me produce una cuestión tan fundamental, originaria de un ENTE pseudodesconocido. Además, nadie pregunta a nadie lo que está pensando más que  para “cascarle”  inmediatamente lo suyo, así pues, si no nos suele interesar lo que piensan los demás, ¿de dónde radica tanto empeño ? ¿cuál es el objetivo de facebook ?

Porque puestos a responder y con las ganas que tenemos de ser escuchados, a mi me faltaría espacio potencial para decir lo que estoy pensando, ya que mi respuesta partiría desde mi realidad más cercana, como por ejemplo, “pienso en la incomodidad que me produce el  murmullo del gentío”, pasando por la conceptual, “creo que el sistema de la seguridad social está dejando de funcionar”, hasta llegar a la más transcendental, “¿quién es ese Yo,  sujeto paciente en una sala de espera, observador activo de un espacio indeterminado, que me está haciendo una pregunta trascendente?”

Si alguna vez hiciera el alarde de contestarle, sería tremendo, pues mis tres niveles: físico, conceptual y trascendental lo harían a la vez de manera desordenada, entre el revuelto de sensaciones, ideas y sentimientos que ocupan cada rincón de mi ser.

Desde esta mole de ambulatorio, yo le podría decir al ENTE lo siguiente. Que a menudo pienso  en todas las injusticias que nuestra sociedad está sufriendo. En lo que hemos fallado para experimentar la continua pérdida de beneficios y derechos conseguidos con tanto esfuerzo y también, sobre  esa ley del aborto que nos discrimina a las mujeres. Que además reflexiono sobre el dolor de los emigrantes rasgándose  la piel en las concertinas y  la emoción que expresan besando el suelo cuando las han superado. Y  me pregunto si lograrán al fin llevar una vida digna, parecida a la que hasta ahora hemos disfrutado, nosotros, que tenemos que cooperar para que nuestros niños no pierdan su comida diaria en el comedor escolar cuando termine el curso. Lo que me lleva a acordarme de aquellos que viven "a todo trapo" pero de manera indigna. Esa clase rica, pretendidamente superior,  distanciada del españolito de a pie, cada vez más pijos, más guapos,  incluso más rubios,  engordando a costa de los que ya no les queda casi nada.
Que pienso en la alternancia entre los gastos que conlleva un desahucio y una coronación; en los sueldos de las fuerzas del orden público que lo mismo contienen una manifestación que protegen a una infanta en Suiza. Simultáneamente, pienso que estamos perdiendo científicos, profesionales, buena gente, mientras la mayoría de nuestros políticos, empleados de la política, sin reciclar,  que aún se ofenden cuando les llaman “casta”, se han convertido en  unos perdidos…
Tanta desigualdad abre una inmensa brecha en la sociedad que nos aboca ineludiblemente al desorden, por eso recuerdo el pensamiento del gran filósofo Leibniz, que para justificar la mano de Dios en estos menesteres, afirmaba  que estamos en el mejor de los mundos posibles y tal vez sea verdad cuando al rememorar la historia, vemos que la desproporción va “in crescendo”.
Así que facebook, no me preguntes lo que pienso, pues me vería obligada a contar  todo este embrollo, un disparate en el que mis amigos pincharían  “me gusta”, mucho antes de decidirse a leerlo o no. Por eso, ahora que por fin acaban de citar mi nombre para entrar en la consulta, sólo te responderé con una sugerente pintada callejera que nos anuncia que también estamos a punto de perder a Descartes: “pienso… luego no me dejan existir”
 ¿Será por eso que quieres saber lo que estoy pensando?

                                                                                                                             V. Abad

jueves, 5 de junio de 2014

Las Hadas-Hermanas



Existe en casi todas las familias, una casta de mujeres que vela permanentemente por el bien de su progenie, es la casta de las hadas-hermanas.
El hada-hermana, aunque se suela dar en las primogénitas, también se materializa en las hijas medianas o en las menores, y se la puede identificar, por el mimo y el desvelo excesivo que ejerce en los suyos, a pesar de que estos vayan creciendo y ella envejeciendo.
Estas ninfas, fueron agraciadas en su nacimiento con el don de la generosidad y el sentido de pertenencia, guardando debajo del brazo una varita mágica, porque un pan es poco para los designios que tienen encomendados.
Nuestras hadas, comenzaron ocupándose de sus hermanos para continuar con sus propios hijos, sus padres y los hijos de sus hermanos. Ellas velan por los ancianos, niños, enfermos, parturientas y todo aquel que requiera sus atenciones.
Por su aspecto físico, pueden ser altas, bajas, rubias, morenas, corpulentas, menudas… donadas de un corazón grande y un ego muy pequeño. A la hora de proceder, se convierten en pragmáticas, dogmáticas, miméticas y empáticas. Son las enfermeras del alma, una especie de Mary Poppins con un bolso de Prada, Zara o Primark, reventado de golosinas para el ánimo de sus seres queridos.
Adivinas, magas, hechiceras, chamanas…a veces, irrumpen dos a la vez en un mismo espacio, produciendo enormes terremotos dentro de la estructura familiar, al estallar por rozamiento, su fuerza extraordinaria en el intento de resolver un mismo problema. Pero cuando esa savia se une, emerge una energía sobrenatural dispuesta a cambiarlo todo.
Nuestras hadas, alimentan, aportan, comparten, deciden ante la complacencia de los que se dejan querer, extendiendo sus largos tentáculos fuera del núcleo, con su buen hacer hacia los foráneos.
A menudo, se sienten ofendidas ante la indolencia de sus protegidos que protestan egoístamente, o incomprendidas ante una ignorancia que no reconoce el valor de su esfuerzo, pero no son rencorosas. A cambio, ellas no cejan en su empeño, ni reculan, ni se disculpan si se equivocan. No se plantean que pueden agobiar con tanto esmero, porque su motivación es ajena a cualquier tipo de interés personal; hacen lo que deben, el deber por el deber; llevan grabado a fuego el espíritu de Kant.
Las hadas-hermanas, no son exactamente ni lo uno ni lo otro, son las maestras de vida con el rol más femenino en estado puro que es el de cuidar, complementario del masculino que es el de proteger. La hembra cuida-protege, el varón protege-defiende: las fuerzas del mundo en comunión.
Queridos ángeles custodios engendrados en las profundidades de la madre tierra, dotadas del don divino del amor, benditas seáis por y para siempre.

                                                                                                            V. Abad

lunes, 26 de mayo de 2014

Culpable de solemnidad


-Buenos días ¿puedo entrar? – Pregunta tímidamente una señora mayor a una funcionaria de la Administración.

-Sí pase, ¿dígame? Buenos días

-Mire, quería saber cómo va el pago de una subvención que tengo pendiente con ustedes, es que me hace mucha falta.

-La funcionaria de mediana edad se arma de valor una vez más para preguntarle sus datos, deseando que no sea otra de las muchas personas a las que tiene que negarle la ayuda.

-Por favor me da su número de carnet de identidad…

-La empleada comprueba con frustración que sus sospechas son confirmadas.

–Pues tengo que darle una noticia - le dice dubitativa- vamos a archivarle la subvención porque no hay presupuesto.

La señora lleva ropa barata con cierta elegancia. Detrás de sus arrugas aparece un rostro juvenil con un corte a la francesa que le da un aspecto moderno.

–¡Ah! No. –Responde con gesto adolescente poniéndose la mano en la mejilla- no me diga, pero… ¿cómo es eso?

-Verá, está la cosa muy mal y no tenemos fondos para hacer los pagos.

-Pero estaba aprobado y me abonaron la primera parte, no lo comprendo.

-Ya –contesta la empleada desde la relativa seguridad que le da su puesto fijo y la fragilidad que le supone un sueldo cada vez más mermado. –Mire, yo siempre  digo que  sólo se puede contar con las ayudas de la Administración para hacer hucha, porque éstas se pueden retirar por ley en cualquier momento.

- ¿Puede escribirme esto en un papel para contárselo a la comunidad de vecinos?

-No, cada uno de ustedes recibirá la notificación debidamente cumplimentada con acuse de recibo –le responde en un lenguaje meramente administrativo

-Y no pueden ustedes, por ejemplo, interrumpir el pago para hacerlo cuando haya dinero?

-Las instrucciones son archivar.

-Y no podemos hacer nada?

-Una vez recibida la notificación, le damos plazo para presentar recurso… pero primero espere a que le llegue la comunicación.

-¡Ay! –suspira- No sabe lo mal que lo estoy pasando señorita. Tengo una pensión muy baja y dos hijos en paro que van a perder sus casas ¿qué hago yo con 74 años? contaba con ese dinero para ayudarles. Sé que hay gente todavía peor, pero yo ya no puedo dormir, -explica sin perder la sonrisa.

- Sí, hablamos continuamente con personas que se encuentran en situaciones parecidas -responde la funcionaria con un forzado desapasionamiento.

-No hay trabajo, a mis hijos se les acaba el paro, llevan dos años ya. Hoy mi hijo tiene una entrevista para vender, tiene que dar de comer a mis nietos. Mi hija, separada con una niña. Es horrible… no sé cómo vamos a salir. Esto va a acabar mal.

-No mujer -le contesta la funcionaria ante la presión de la anciana–, esto terminará en algún momento, todo es pasajero, hay que mantenerse porque es un mal general…

-Bueno, pues ya sabe, recibirá la denegación de su ayuda en breve –le vuelve a repetir la trabajadora para salir de la cercanía y del silencio que se ha creado, temerosa de que la empatía le pueda jugar una mala pasada.

-Una entrevista para vender… -dice la señora pensativa- mi hijo que no sabe ni hablar.

-Ahora lo que más sale es para comercial –le responde la empleada. –Cuál es la profesión de su hijo? Le pregunta con la convicción de que está a punto de perder pie.

-Pues era conductor de grúas y de esto de camiones pesados de la construcción… como ya no hay obras.

-¿qué edades tienen? Sigue preguntando sabiendo que es mejor callar.

-Pues 40 y 43 años, y cerca de dos años buscando algo, no encuentran nada –vuelve a repetir.

-Tendrán que reciclarse, hoy en día no se puede tener una sola profesión.

-Y qué les puedo decir yo. Mire no sabe cómo me siento, a veces cuando me cocino algo rico me digo ¿cómo puedo hacer esto –hace el gesto de coger algo con las manos y se lo lleva a la boca- y mis hijos sin poder comer?

De repente a la empleada le brota aquella señora Francis que escuchaba en la radio a la hora de la merienda, y en un alarde de arrebato comienza a hacer justo lo que no quería, se dirige a su interlocutora diciéndole:

-No, no, no, usted no puede sentirse culpable de comer. Ya nos han culpabilizado bien de todo nuestros políticos. Me figuro que habrá trabajado durante toda su vida para educar a sus hijos, haciendo lo que debía, por eso tiene un piso y una pensión.  Ahora ellos son adultos y tendrán que luchar como lo hizo usted cuando fue joven.

-Ya, pero son mis hijos.

- Sí, pero el problema es de ellos, no suyo.

La funcionaria siente la mirada inquisitiva de la anciana, como preguntándole : ¿usted sabe lo que me está diciendo?

-Yo soy madre, también –le dice adivinándole el pensamiento- los hijos tienen que asumir sus problemas y nosotros apoyarlos, pero nunca sentirnos culpables de lo que les ocurra. Su hijo es un adulto, tiene salud y dos manos para sacar adelante a su familia, y usted, a pesar de los pesares, tiene derecho a ser feliz y además se lo merece.

Ya está, ya lo había dicho… estaba harta del mismo mantra de la culpabilidad, una anciana culpable de su derroche y del derroche de sus hijos ¿y qué más? La empleada recomponiéndose comienza a apuntar una dirección y se la da a la anciana

–Mire, esto es una oficina en la que asesoran a parados, incluso a veces les llegan ofertas de trabajo. Funcionan con cita previa y a lo mejor pueden hacer algo por ellos. Esto se lo doy a título personal, pero no espere grandes resultados. Lo importante es no quedarse quieto.

¡Ah, sí! –contesta la anciana de vuelta a sus modales joviales - puedo ir yo ahora mismo?

-Usted no. Sus hijos

-Muy bien, gracias –responde doblando el papel de la dirección- ¿Sabe? - le dice la anciana mirando a la funcionaria– allá donde voy, siempre me encuentro con gente buena, lo que me ha dicho… -se interrumpe, acompasando la mirada con una sonrisa cómplice-, se lo agradezco de veras.

-Gente buena hay en todas partes, –responde la empleada algo emocionada- sólo hay que distinguirla, es lo mejor de la crisis. Espero tenga mucha suerte.

Ádios, buenos días y gracias otras vez –le contesta la mujer, saliendo grácilmente por la hilera de asientos mientras va sonriendo a todo funcionario que se encuentra a su paso detrás de las mesas.
                                                           
                                                                                                      V. Abad