miércoles, 17 de octubre de 2012

Me compensa




                   Sección Lavar y marcar (14)



-No puedo soportarlo, y ¿ahora que hago? Me siento humillada, dolida, colérica. ¿Por qué tengo que pasar por esto?¿Por qué tengo que venir a mil pueblos de mi casa para aguantar situaciones como esta?

 Miles de pensamiento se me agolpan en la cabeza mientras permanezco sentada, paralizada por la vergüenza.

-Debería sentirme muy por encima de esto, tengo una familia, amigas íntimas, un grupo de trabajo, nuestros amigos comunes. Tengo un marido respetable y cultísimo ¿cómo he podido caer en este lugar de chachas, a expensas de que me ponga de vuelta y media la primera burra con la que me tropiezo?

No me compensa… Puedo salir por la puerta, coger mi bolso y no volver nunca más, total casi no me conocen, no tengo mote, nadie sabe  cómo soy,  puedo desaparecer y no dejar rastro

-¿Miriam estás ahí? –Es Mati.

Desganadamente descorro el pestillo de la puerta y la veo aparecer en una actitud de serenidad que desvía mis pensamientos negativos. Las manos con los dedos cruzados, la sonrisa complaciente, los movimientos sosegados. Me está mirando profundamente... bueno, me atraviesa, sabe lo que siento, lo que estoy pensando y me derrumbo ante la evidencia. Estoy apabullada.

-No te apures, Miri –me dice colocándome el flequillo que se me ha pegado a la frente por el sudor.

-¿Cómo se puede tener tal desfachatez ? Y encima voy y la cazo. –le digo irritada porque en el fondo hubiera preferido no pillarla.

-Estas cosas nos pasan a todos, todo el mundo habla de los demás. Decimos lo que pensamos.

-Yo no –le contesto categóricamente.

-Pero lo piensas mi niña, ¿a que sí? –me asegura.

-Lo pienso, pero no lo digo. Evito hacer daño –le respondo.

-Ya, esa es la diferencia, pero aún así lo piensas. Ella, -se refiere a Antonia sin nombrarla- al decir  lo que piensa hace daño a las dos, pero tú callando te haces daño a ti misma.

-Y como se puede dejar de pensar ante lo que es indudable?  Le pregunto aún enfadada.

-Mirando sin juzgar. Ya sé que es difícil, mucho, pero es así. Antonia es como tú y como yo, las tres juzgamos, unas lo decimos, otras no, sin embargo el germen está ahí. Después viene la intención, hay quien la tiene mala y quien la tiene buena, pero la cepa  vive dentro de nosotros haciendo daño a diestro y siniestro. ¡Ay! los juicios –levanta el dedo índice acusador.

-Necesitamos los puntos de referencia que nos proporcionan los juicios, Mati.

-Sí, pero yo prefiero ser más condescendiente con el mundo que me rodea, aunque me resulte difícil.

-Pues, es muy complicado ser Teresa de Calcuta –le contesto protestona

-Ja, ja –ríe Mati con esa risa sonora. –No, por Dios, nunca lo intentaré, lo mío es mucho más sencillo, más de estar por casa… ¿quieres saber qué?

-¿Qué? Le contesto ya con otro ánimo.

-Pues yo miro hacia fuera y luego hacia dentro, dentro, fuera … es mi partido de ping pong personal.  Sin estar demasiado tiempo dentro, ni demasiado tiempo fuera, ahí está el equilibrio. Y tú con esos grandes ojos almendrados que lo captan todo, podrías hacer lo mismo, dentro, fuera, tic,tac…

- De todos modos ¿Cómo te puedes y me puedes comparar a la jolines? -Le digo sonándome la nariz con un papel higiénico mucho más calmada.

Pues porque somos como ella. Creemos que los estudios y los años nos dan autoridad, que ya estamos de vuelta de todo ¡pues no! Cada día de mi vida aprendo algo porque lo que sé se lo debo a la escuela de la calle. Toda una vida trabajando en un lugar como éste, que me relaciona con porteras, limpiadoras, licenciadas o magistradas. Todas sois iguales para mí, todas llegáis con la cabellera larga y sucia,  y salís con la melena cortada y brillante. Pero cuando os marcháis no sólo queda pelo y caspa, también me habéis dejado una parte de vosotras mismas, algo de lo que hay que aprender. Porque no es comparable lo que sé con lo podría saber.

-¿Cómo es posible que puedas ser alumna de… la jolines? –  pronuncio el apelativo con cierto desprecio -y no veas lo que te puedo enseñar yo, -añado con  ironía.

-Pues esa es la realidad –me contesta-, así que reponte y vamos a lo nuestro.

¿Lo nuestro? –Pienso con firmeza- Lo nuestro es esto mi querida Mati,  al menos es  lo mío, por  lo que me compensa  venir aquí.


                                                                                                   V.  Abad

No hay comentarios:

Publicar un comentario