lunes, 31 de diciembre de 2012

Adios 2012


Crecer es vivir y el año 2012 se marcha cargado de experiencias surgidas de golpe y sopetón; mucho bueno, mucho avance, mucho acertijo para salir airoso ¡qué granuja 2012! Gracias.

 Le pido a 2013 que no pare, porque parar es morir. Que traiga más, si puede ser a tiempos, a ritmos, para poder cimbrearme sobre el laberinto de la vida. Y si hay algo en mis ancestros, en mi memoria, en mi ADN que pueda impedir el movimiento hacia delante, ruego sea eliminado fulminantemente. Crecer y crecer, vivir y vivir, ¡gracias 2013!

                                                                                        V. Abad

viernes, 28 de diciembre de 2012

Un cuento para la cena


Acabo de ver como intentabas zafarte de la muerte. Eres un civil sin armas tumbado en el suelo inerte, pero vivo. Te veo en la televisión a la hora de la cena cuando el locutor del informativo va relatando tus esfuerzos por seguir viviendo. Permaneces quieto mientras el narrador explica tus intentos de salir del fuego cruzado, fuego inútil ante un gran número de cadáveres… elogia tu perspicacia, tu ocurrencia de no mover ni un músculo para que crean que estás muerto. Sin embargo la cámara enfoca tus ojos que siguen parpadeando, por eso los espectadores sabemos que estás vivo, aunque desconocemos lo que va a ocurrir. La secuencia me absorbe, habrá quizá, quien la siga como si fuera la de una de esas películas de guerra, pero yo sé que es real. Según el locutor, te confías creyendo que ha pasado el peligro y  ruedas por el suelo hasta llegar a cubierto intentando levantarte, pero un disparo en tu pierna te obliga a salir corriendo. Casi lo consigues, cuando al llegar a la  esquina de la calle,  una ráfaga te hace caer abatido mientras las palabras de fondo  afirman que tristemente no pudiste lograr un final feliz; entonces dejo caer el tenedor y me tapo la cara con las manos, esos disparos acaban de romper mi corazón.

Sé que eres un hombre joven, anónimo, no sé si de Alepo, Palestina o China, me es igual. Eres una de tantas víctimas de la sinrazón. Si tengo que ponerme en lugar de alguien, solo puedo ponerme en el tuyo. Me pregunto por la motivación del que te disparó, aunque es la guerra. Comprendo la profesionalidad del cámara si la pretensión era denunciar. Entiendo la finalidad de los telediarios que es informar. Pero ¿cómo se pueden relatar esas imágenes en un tono monocorde, dejando al espectador pendiente del desenlace, como si de un cuento con adivinanza incluida se tratara? 

¿Cómo podemos asistir diariamente al sufrimiento sin sentir un mínimo de empatía? Es una actitud que  induce a  los niños a incorporar la muerte y el asesinato en sus vidas de manera brutal, sin distinguir realidad y ficción, ni lo que vale una vida.Claro que ahora el primer mundo “estamos pasándolo mal”, por eso sobrevivimos como simples espectadores del naufragio, mirando nuestro desgastado  ombligo.

Mis lágrimas brotan sin control ante la percepción de ese lado oscuro de la condición humana del que me siento responsable. Los disparos a mi también me han abatido y me pregunto  desolada ¿qué se puede hacer? aunque... ¿se puede vivir sin hacer nada? Supongo que no, pero la mayoría de las veces no hacemos nada, bueno sí, seguimos cenando.

                                                                                                                       V. Abad

viernes, 14 de diciembre de 2012

Miramiri


                           Sección Lavar y marcar (15)



Creo que nunca he hablado de la todóloga, esa mujer sentada a mi lado llamada Pamela.

Pamela está más cerca de los sesenta de lo que aparenta pero tiene muy buena pinta. A ella le encanta decir su edad y sorprender hablando de su pequeña hija, fruto de una menopausia traicionera que le hizo madre en vez de abuela, ya que tiene hijos mayores que hacen su vida, aunque entren y salgan continuamente del hogar familiar según sus circunstancias personales y laborales.

Pamela me da confianza porque muestra desinterés por la vida de los otros, a la vez que revela una gran inclinación hacia todo lo demás; te puede hablar tanto de cómo eliminar las manchas de chicle de la tapicería,  como del efecto Doppler, determinante –según nos contó- para la teoria del Big Bang. Porque además de psicóloga, ella es una esponja absorbiendo y soltando datos. Me encanta  todo lo que dice aunque a veces sea una pasada.

Las clientas le dicen que esconde un topo en la Zarzuela, cuando nos cuenta historias de la Casa Real, algunas un tanto variopintas y tronchantes. Yo creo que se las inventa, pues tiene un gran sentido del humor. Dudo de hasta cuánto sabe, porque cuando hablas con ella, calla y otorga, te deja hablar, como si supiese  más de lo que tú le estás contando. Lo que es innegable, es que es una persona erudita que utiliza un vocabulario culto, con una buena conversación, y alguien que me hace sentir cómoda y de quien no me escabullo; tal vez sea, además de por su personalidad, por su condición de terapeuta.

Nos encontramos con Mati en la zona de lavado, inmersas en la conversación sobre los motes, divertidas porque algunos son de traca. El origen ha sido el alias de Esparpaco, que le viene como anillo al dedo y con unas circunstancias melodramáticas increíbles. Yo ya no me siento mal por lo que ocurrió, al fin y al cabo son cosas que pasan.

-Volvería a renombrar algunos apelativos porque se han quedado un tanto obsoletos –Nos dice Pamela.

-Bueno, antes habrá que bautizar a quien no lo tiene ¿no?-le contesto con retintín.

-¡Ah! Lo dices por ti. Yo ya te lo habría puesto, lo tengo clarísimo.

-No seas mala, Pamela.

-¿Por qué es mala, Mati? –le pregunto.

- Porque quedamos en que no era definitivo. Los motes se van cociendo, por eso son para siempre.

-De eso nada -contesta Pamela-, hay muchos que están pasados de moda. Los motes van con la personalidad y ésta suele ir cambiando con las circunstancias. Acuérdate Mati que tú antes de jefa, eras brujilda.

-Ja, ja y todavía me lo llamáis.

-¿Bujilda?, me gusta ¿por qué será? –le digo chistosa.

-Lo sabes bien Miri –me contesta Mati-. Dicen que soy bruja y ya me gustaría a mí serlo. Ahora resulta que leo el pensamiento, lo que no saben es que son ellas las que me lo  leen a mí, y enciman me castigan con el mote.

-Un poco extrasensorial sí eres –le dice la todóloga-, aquí todos cargamos con lo nuestro,  el mío es insólito.

-Pues no digamos el de “jolines”, ese es una judiada, -les digo un poco vengativa aún.

-Todos son así –afirma Mati-, dicen algo bueno y malo de ti según te lo tomes.

-Entonces, si es más importante el proceso que el propio apodo, podríais decirme el eliminado –suplico curiosa.

-¡Nada de eso! –contesta Mati

-¿Por qué no? Pues se lo voy a decir yo –replica Pamela risueña.

-Bajo tu responsabilidad, tú eres la experta.

-¡Dime, dime, por favor! – insisto.

-En el principio de los tiempos eras Mirimira, pero lo hemos descartado – me comenta Pamela como quien cuenta un secreto.

-¡Mirimira! Y ¿por qué? –contesto sorprendida.

-Bueno era antes, ahora estamos esperando nuevos datos porque esto no es concluyente, claro.

-Sí, pero ¿Por qué Mirimira? No lo veo.

-¡Hija porque eres toda ojos! ¿Aún no te has dado cuenta de lo que miras?
 –me explica Pamela con insistencia.

-Sí eso sí, pero esperaba algo más interesante.

-¿Puede haber algo más interesante que ser una persona observadora? – al final Mati se moja-. Verás Miri, lo tuyo es una actitud, sin embargo no está decidido, porque tiene que haber otra forma  de decir más  sobre ti. Pero que conste que nunca vas a quedar satisfecha.

-Hay que tomárselo con humor, es importante saber cómo te ve la gente –me asegura la todóloga-, yo lo instituiría en todos los ámbitos. ¿Te imaginas que tuviéramos un mote en cada ambiente que nos movemos? Sería una información sobre nosotros mismos muy valiosa. Podríamos encontrar hasta nuestra marca.

-Sí, pero sigo diciendo que es muy simple mi presunto sobrenombre.

-Por eso no es el definitivo. Algunas personas son más complicadas. No te dejas ver Miri, y eso lo sabes, así que no hay unanimidad -asegura Mati.

Me siento un poco chafada. Ya están Yoli y Ángela preparadas para lavarnos y va llegando gente. Menos mal que me han chivado mi posible alias las personas que yo hubiera elegido, pero el motecito tiene su gracia. Es verdad que Pamela dice que todo apodo tiene su enjundia, pero el mío me parece casi un insulto.

¿Es que Miri sólo mira? Me pregunto a la salida de la peluquería cuando las luces de las farolas ya están encendidas, mientras me voy acercando a la casa que me succiona cada vez que paso por su acera. Se ven las paredes iluminadas de luces bajas, dando, si cabe, más sensación de calidez. Me sorprende una figura asomada a la barandilla de la que no me había percatado en mi ensimismamiento, es una mujer que está fumando en la sombra. No puedo verla  pues el reflejo del interior la sume en la oscuridad, pero seguro que es la dueña. Y de repente río, porque me acabo de sorprender a mi misma: Sí, parece que Miri mira, y mucho.

 Tendré que dejar de mirar todo lo que me rodea con este énfasis ¿Mejor dejarme ver aunque suponga ponerme en evidencia? Un día cualquiera podría decir: ¡aquí estoy yo! Y entonces, tal vez,  no sería Mirimira, sino que me señalarían con el dedo diciendo ¡Mira! Miri, convirtiéndome en Miramiri, ¡menudo juego de palabras! Pero quedaría un poco mejor –sonrío-. Lo consultaré con la almohada, me digo algo abrumada. ¡Hay que ver los enredos que me traigo conmigo misma!

                                                                                                   V. Abad

                                                                              

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Amar

Miles de palabras se han vertido para hablar del amor desde la literatura, la poesía, la filosofía; palabras que nunca acaban de describir con exactitud este sentimiento universal, tan difícil de expresar. Amar es la fuerza maravillosa única, capaz de mover el mundo.

El amor siempre se hace en pareja, Tú y tu padre, tu hijo, tu hermano, tu amigo, tú y el otro; porque uno hace pareja con el mundo. El amor con mayúscula, es un sentimiento inefable que te libera y te hace grande ¿quién no se ha sentido enorme cuando lo ha experimentado?

Quizá todo lo que se haya escrito sobre el amor sea insuficiente, porque amar no tiene límites, es inabarcable. La palabra Amor, así como la palabra Dios, alude a lo infinito, por eso, en última instancia, las dos se abrazan. Se puede amar de tantas formas, como de maneras se puede llegar a Dios.  Amor y Dios se asemejan porque ambos términos se escapan de la comprensión y el entendimiento humanos.

No obstante, tenemos la facultad de vivir el amor desde la mente. Hacerlo desde aquí, es aceptar el respeto que te supone la otra persona. Admitirla como compañera de viaje, protegerla, cuidarla y hacerse cargo de la libertad que merece; son relaciones de legítima igualdad. Amas en una vida apacible por medio de la lógica, aplicando el sentido común. A veces, aparecen los problemas y expresas tu desánimo, tu desilusión. Pides tu espacio y tus tiempos para resolver  las dudas, los afectos;  para elegir si te compensa esa relación, ejerciendo el derecho a ser libre o no, en un diálogo interno y externo mesurado y sensato.

Igualmente podríamos  amar con el corazón, desde  la sensación gratificante que nos proporciona querer y sentirnos queridos. Velar generosamente por la persona amada y tener la satisfacción de la dedicación y el desvelo por ella, en una verdadera sinfonía musical. Cuando surgen los problemas, la situación se vuelve más tórrida al entrar en juego nuestras emociones y poner en el asador  sentimientos, que son la parte más vulnerable de nosotros. Desde aquí, se puede amar con la misma intensidad que se puede odiar y no se habla de necesitar espacios, sino de percepciones de alto nivel emocional tales como el desengaño o la traición.

Finalmente, amaríamos también desde el alma,  donde todo resulta mucho más intangible. Es el amor de la pura entrega porque ¿hay algo más generoso que dar y recibir desde lo inexistente? Sin embargo, el amor del alma resulta auténtico, porque sin necesitar ser correspondido, sale y entra de uno a la velocidad de la luz. Para dar el salto, tendríamos primeramente que superar la mente y el corazón, lo mismo que para llegar al espíritu es necesario experimentar y trascender la materia.

Amar desde el alma, es no mirar a la persona amada, sino el ser que habita en ella;  así se podría comprender que la victima, a pesar de todo,  fuera capaz de  amar a su verdugo.

Las personas que aman con el alma, aprendieron a amarse, primero a sí mismas, descubriendo su propio ser antes de todo lo demás. Sólo desde su genuina esencia accedieron a la esencia del otro, que no significa ni más ni menos, que un acto de veneración a la unidad, formada por el mundo y yo. Desde este amor no se miden espacios, no se dan las traiciones; aquí uno se entrega a su inmensidad sin pedir nada a cambio, porque no hay nada más sublime que abandonarnos a la contemplación de la energía del amor.  

                                                                                           V. Abad

viernes, 16 de noviembre de 2012

La Esperanza

Esta semana, leí una pequeña entrevista en el periódico gratuito 20 minutos, realizada  al filósofo noruego J. Gaarder (para que luego digan que la cultura cuesta dinero), en la que hace unas declaraciones muy interesantes. Jostein Gaarder, filósofo, profesor de secundaria y escritor prolífico, se le conoce sobre todo por la obra convertida en best seller: “El mundo de Sofía”. Él se encuentra en España para promocionar su última publicación de título eminentemente filosófico “Me pregunto…” pero próximamente nos tiene preparada otra novela, en la que de nuevo la heroína es una chica de 16 años, porque para nuestro autor, la mujer encarna la sabiduría ya que a ellas les gusta entender las cosas, en tanto que a los hombres les gusta ser entendidos.

Después de un breve repaso sobre algunos aspectos filosóficos,  y contar las consecuencias derivadas de la enorme aceptación de su conocida novela, como puede ser la creación de una Fundación;  la periodista le pregunta sobre su actitud frente al futuro, y Gaarder afirma que es optimista porque lo contrario sería inmoral. Para él,  ser pesimista es ser un vago que no acepta responsabilidades, y habla de un espacio entre el pesimismo y el optimismo, un punto medio que denomina  esperanza. Sirva todo esto como introducción y especialmente esta  poderosa palabra como origen de mi reflexión.

                                                                    ESPERANZA




Parece que el ser humano tiene una tendencia natural a resolver y a mejorar su existencia. De hecho, en las sociedades  del estilo de las nórdicas, en las que están más  resueltas las necesidades básicas,  existe un número alto de suicidios que en otro tipo de sociedades menos desarrolladas no se da.

En palabras del filósofo español Leonardo Polo, el hombre es “un perfeccionador que perfecciona”, que necesita aportar con su acción algo nuevo a la realidad. Y es que a pesar del rechazo del ser humano a los cambios,  los cambios son imprescindibles para él, pues una vida perfectamente diseñada a la que nada se puede aportar, nos lleva a perder sentido en la vida.

Soy de la opinión de que las personas necesitamos mejorar nuestra realidad porque de ese modo sentimos que progresamos, y quizá sea esta la razón de que en las sociedades más avanzadas, los individuos pierdan la brújula y decidan perder también la vida.

Pero como afirma este filósofo, no estamos en el mejor mundo posible y nos encontramos en la situación de tener que solucionar las cosas. Y es aquí donde emerge la palabra mágica que ocupa nuestra disquisición:  ESPERANZA. Ríos de tinta escribió sobre ella el filósofo alemán Ernst Bloch, quien decía que todo hombre tiene derecho a soñar con una vida mejor porque esperanza significa soñar despierto.

La esperanza es la herramienta del “perfeccionador” que cree que las cosas siempre van a ser susceptibles de mejorar. Sin ella, muchos de los adelantos de la historia no hubieran podido lograrse. Es la creencia de que siempre se puede aportar a los sucesos un valor añadido que haga prosperar nuestro entorno y nuestro propio crecimiento.

 La esperanza, aparece instantáneamente en sucesos conflictivos, por tanto la mayoría de las veces nos acompaña. Es una herramienta inherente a los seres humanos, activa y responsable,  que nos empuja, alimenta y sustenta aún en las peores situaciones.

Hago aquí esta reflexión en tiempos revueltos en los que todos nos vemos abocados a sucesos negativos diarios, originados por una crisis más que económica, dentro de la cual a veces creemos sucumbir.  Es ahora cuando la esperanza nos prohíbe desfallecer,  incitándonos  a pelear y a actuar contra las circunstancias más adversas. Para este intento pongo la siguiente afirmación de Leonardo Polo:

Efectivamente, no estamos en el mejor de los mundos posibles, por el contrario, estamos en un mundo, en donde, por muchos motivos, las cosas no están bien, pero precisamente por eso, debemos empeñarnos en arreglarlas, en lograr que las situaciones mejoren.

La esperanza es generosa, dignifica, nos proporciona frescura para admitir los cambios. Es una propiedad que no debemos obviar, que tenemos que buscar, rescatar interiormente, porque  habita en nosotros dispuesta a hacer de nuestra existencia, algo más que un devenir monótono o decepcionante.

                                                                                                                                                                           V.  Abad               

martes, 13 de noviembre de 2012

14 de Noviembre

Mañana 14 de Noviembre, espero y deseo que cada cual haga uso del sentido común.

Que los trabajadores tengan la LIBERTAD de ELEGIR si quieren hacer la huelga o no.

Que los empresarios ASUMAN el derecho de sus empleados.

Que los piquetes sólo sean INFORMATIVOS.

Que las fuerzas del orden público cumplan con su deber de PROTEGER al ciudadano.

Que los políticos sepan CALLAR, sin hacer listados sobre cuantos o tantos se han quedado en casa.

Que el gobierno haga la intención de ESCUCHAR.

Que cada uno pueda cumplir con su obligación y su convicción, sin ningún tipo de coacción.

Y que haya PAZ para todos los hombres de buena voluntad.

                                                                                                                V. Abad


domingo, 11 de noviembre de 2012

Puedes marcharte

Hoy te has levantado como cada día con esa sensación de malestar que no te abandona. Te preparas para ir a desarrollar una función en un trabajo que no te motiva nada. Un empleo con un contrato precario, tú, que tanto esfuerzo hiciste por tener una formación adecuada. Y dando gracias, encima, porque muchos de tus amigos cada mañana, se levantan con los papeles de su titulación, sus posgrados y sus idiomas debajo del brazo, mirando hacia una puerta abierta al vacío.
Tú, que piensas que vales mucho más de lo que te reconocen y que ganas menos de lo que te mereces. Que tus jefes, a los que les estás haciendo un favor,  son unos mierdicas y que en algún lugar, más allá de ti mismo, hay alguien que descubrirá tu genialidad.
Tú que pasaste las noches en vela, primero estudiando para cada examen, después para prepararte  una a una,  las selecciones de personal a las que te has tenido que enfrentar para acabar en una situación laboral que consideras precaria.
Tú, que no puedes soportar ya la frustración de vivir en un país al  que tildas de inculto,  cateto, corrupto, lleno de gente machista y vulgar, cuyos políticos no van más allá de  imponer leyes vergonzosas que aseguran su  recóndito poder.
Tú, que no te sientes responsable de lo que está pasando, que dices no tener deudas ni hipoteca, que crees no deberle nada al terruño en el que naciste.
Tú, que con tu juventud, tu inteligencia y tus conocimientos, te preguntas frecuentemente, por qué no terminas de coger tus bártulos talentosos y marcharte allá donde se puede esperar algo, en vez de quedarte en un país sin futuro.
Pues bien,  tú puedes marcharte porque al fin y al cabo tienes la libertad de escoger tu propia senda. Pero no destiles tu amargura, no escupas tu rabia, no culpes a los demás de tu fracaso.
Si crees que no hay nada por hacer, agarra la maleta y márchate, pero no faltes, no ofendas desde tu atalaya de conocimientos. Muchos ya se fueron antes que tú y otros lo harán después.
Márchate discretamente, como lo hicieron nuestros abuelos, vete con la dignidad con la que saltan la valla los africanos, con determinación y silencio. Sin hablar mal de quien te crió, de quien te facilitó lo que buenamente eres, y de quien finalmente, dejó de seguir haciéndolo.
Pero márchate, no digas que estás atado a tus afectos, a tus responsabilidades, porque no tienes más responsabilidad que  vivir como tú quieras. Y deja este país en el que aún queda la posibilidad de recuperar los derechos usurpados  y la de trabajar en todo lo que queda por hacer, y eso, ya lo harán otros que tienen la misma libertad  que tú para elegir.

                                                                                            V. Abad

jueves, 1 de noviembre de 2012

Sin miedos

Nadie dijo que la vida fuera fácil, que el recorrido sea lineal, que los hijos sobrevivamos a los padres, y que sólo se enferme cuando tienes cierta edad.

Nadie dijo con seguridad que existiera el libre albedrío, que por ser racionales no fuéramos a estar sujetos, tanto a leyes físicas, como a las que crea la naturaleza de nuestro propio raciocinio.

Nadie dijo que cumplir años signifique consolidar, que trabajar duro conlleve el éxito, que elegir sea acertar y que al final de la vida recojas lo que has sembrado.

Nadie dijo que la vida fuera justa y que gana el que se lo merece, que la balanza se incline hacia el más desfavorecido y que siempre triunfe la justicia.

Nadie dijo que la vida no esté exenta de dolor, que la felicidad no fuera más que un sentimiento -eso sí lo dijo Kant- , en medio del fracaso y del sufrimiento.

Nadie dijo que  vivir no fuera luchar y que luchar significara vencer.

Nadie dijo que los padres tengan que amar a sus hijos y estos a sus padres. Que no exista el amor sin odio, ni la fidelidad sin traición.

Nadie dijo que cuanto antes asumamos, padres, hijos y espíritus santos,  los “nadie dijo”, mayor probabilidad tendremos de superarlos.

Nadie dijo que al fantasma hay que mirarle a la cara para iluminar su oscuridad,  para diluir esa funesta sombra que con frecuencia escudriñamos temerosamente por el rabillo del ojo.


                                                                                                            V.  Abad 

domingo, 21 de octubre de 2012

En los zapatos del otro

Me gustaría hacer una reflexión  acerca de la importancia de  saber manejar los distintos puntos de vista. En la saga de Juego de Tronos, existe una figura denominada por el autor,  “cambiapieles”, que es un individuo que tiene la facultad de penetrar dentro de un animal o de otra persona. Así pues, estos hombres, mujeres y niños, sin moverse del sitio,  pueden sentir  la intensidad del hambre en un lobo huargo,  disfrutar del melodioso vuelo del águila o experimentar la agilidad de un salvaje cuando va de caza.

 En realidad, estos cambiapieles son unos extraordinarios empatizadores, capaces de meterse con desenvoltura en la piel del otro. Menos fantástico y más coloquialmente  yo lo expresaría, para que nos entendamos,  con el popular dicho “meterse en los zapatos del otro”.
                                                                                                                            
Dejar nuestros zapatos para calzarnos los de otra persona, nos cambia la perspectiva de las cosas, al vernos en la tesitura de actuar fuera de nuestro campo. Así, más allá de la atalaya de nuestras creencias  y de nuestros  valores, el lugar del otro que nos parecía tan concreto, tan factible y tan simple de resolver, se nos muestra tan arduo como nuestra propia existencia, porque con este juego de malabares zapateril, en verdad de lo que nos descalzamos es de nuestros  prejuicios.

Y a partir de aquí dejaremos de proclamar afirmaciones del tipo, “las cosas son como tienen que ser”, “no me merezco esto”, “hay que hacerlo como debe ser”, “no me lo esperaba de ti”; para pasar al “cada cual hace lo que puede”. Con este ejercicio, no se intenta, ni mucho menos, justificar las acciones de cada uno, sino llegar a entenderlas.

Ponernos los zapatos del millonario, del político, del obrero, del parado, del corrupto, incluso del asesino, nos ayuda a ejercer el noble arte de la tolerancia, hoy por hoy, completamente denostado.

Entiendo que con los tiempos que corren en los que vamos teniendo un sentimiento de pérdida galopante, parar, en medio de la vorágine, resulta dificultoso; sin embargo, precisamente es ahora cuando hay que afrontarlo, para no caer en el error de vivir en unos zapatos muy pequeños, o demasiado atados que nos hacen sentirnos sobradamente seguros de nosotros mismos.

Soy consciente de que comenzar este ilustre ejercicio con algunas figuras de las mencionadas, tan alejadas de nuestra propia realidad social, como puede ser la del político, el millonario o el asesino, supondría dificultades, incluso sería escandaloso para algunos; en ese caso pues, podríamos hacer el juego con alguien más cercano a nuestra experiencia vital. Ponernos en los zapatos de nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestro jefe, resultaría igual de fructífero y saludable.

Quería dejar constancia de esta reflexión por escrito, a modo de  recordatorio para mi propio uso y también para quien quiera compartirlo, ya que la palabra escrita es, tal vez, menos efímera que la de viva voz. Con ello, mi intención sería señalar, recalcando, que el juego de los puntos de vista, es el juego de la tolerancia, de la riqueza de sus matices, de la inteligencia en todos sus ámbitos, de la salud mental,  de la concordia y de la paz porque comprender al otro es comprendernos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
 
  


                                                                                                                          V. Abad

miércoles, 17 de octubre de 2012

Me compensa




                   Sección Lavar y marcar (14)



-No puedo soportarlo, y ¿ahora que hago? Me siento humillada, dolida, colérica. ¿Por qué tengo que pasar por esto?¿Por qué tengo que venir a mil pueblos de mi casa para aguantar situaciones como esta?

 Miles de pensamiento se me agolpan en la cabeza mientras permanezco sentada, paralizada por la vergüenza.

-Debería sentirme muy por encima de esto, tengo una familia, amigas íntimas, un grupo de trabajo, nuestros amigos comunes. Tengo un marido respetable y cultísimo ¿cómo he podido caer en este lugar de chachas, a expensas de que me ponga de vuelta y media la primera burra con la que me tropiezo?

No me compensa… Puedo salir por la puerta, coger mi bolso y no volver nunca más, total casi no me conocen, no tengo mote, nadie sabe  cómo soy,  puedo desaparecer y no dejar rastro

-¿Miriam estás ahí? –Es Mati.

Desganadamente descorro el pestillo de la puerta y la veo aparecer en una actitud de serenidad que desvía mis pensamientos negativos. Las manos con los dedos cruzados, la sonrisa complaciente, los movimientos sosegados. Me está mirando profundamente... bueno, me atraviesa, sabe lo que siento, lo que estoy pensando y me derrumbo ante la evidencia. Estoy apabullada.

-No te apures, Miri –me dice colocándome el flequillo que se me ha pegado a la frente por el sudor.

-¿Cómo se puede tener tal desfachatez ? Y encima voy y la cazo. –le digo irritada porque en el fondo hubiera preferido no pillarla.

-Estas cosas nos pasan a todos, todo el mundo habla de los demás. Decimos lo que pensamos.

-Yo no –le contesto categóricamente.

-Pero lo piensas mi niña, ¿a que sí? –me asegura.

-Lo pienso, pero no lo digo. Evito hacer daño –le respondo.

-Ya, esa es la diferencia, pero aún así lo piensas. Ella, -se refiere a Antonia sin nombrarla- al decir  lo que piensa hace daño a las dos, pero tú callando te haces daño a ti misma.

-Y como se puede dejar de pensar ante lo que es indudable?  Le pregunto aún enfadada.

-Mirando sin juzgar. Ya sé que es difícil, mucho, pero es así. Antonia es como tú y como yo, las tres juzgamos, unas lo decimos, otras no, sin embargo el germen está ahí. Después viene la intención, hay quien la tiene mala y quien la tiene buena, pero la cepa  vive dentro de nosotros haciendo daño a diestro y siniestro. ¡Ay! los juicios –levanta el dedo índice acusador.

-Necesitamos los puntos de referencia que nos proporcionan los juicios, Mati.

-Sí, pero yo prefiero ser más condescendiente con el mundo que me rodea, aunque me resulte difícil.

-Pues, es muy complicado ser Teresa de Calcuta –le contesto protestona

-Ja, ja –ríe Mati con esa risa sonora. –No, por Dios, nunca lo intentaré, lo mío es mucho más sencillo, más de estar por casa… ¿quieres saber qué?

-¿Qué? Le contesto ya con otro ánimo.

-Pues yo miro hacia fuera y luego hacia dentro, dentro, fuera … es mi partido de ping pong personal.  Sin estar demasiado tiempo dentro, ni demasiado tiempo fuera, ahí está el equilibrio. Y tú con esos grandes ojos almendrados que lo captan todo, podrías hacer lo mismo, dentro, fuera, tic,tac…

- De todos modos ¿Cómo te puedes y me puedes comparar a la jolines? -Le digo sonándome la nariz con un papel higiénico mucho más calmada.

Pues porque somos como ella. Creemos que los estudios y los años nos dan autoridad, que ya estamos de vuelta de todo ¡pues no! Cada día de mi vida aprendo algo porque lo que sé se lo debo a la escuela de la calle. Toda una vida trabajando en un lugar como éste, que me relaciona con porteras, limpiadoras, licenciadas o magistradas. Todas sois iguales para mí, todas llegáis con la cabellera larga y sucia,  y salís con la melena cortada y brillante. Pero cuando os marcháis no sólo queda pelo y caspa, también me habéis dejado una parte de vosotras mismas, algo de lo que hay que aprender. Porque no es comparable lo que sé con lo podría saber.

-¿Cómo es posible que puedas ser alumna de… la jolines? –  pronuncio el apelativo con cierto desprecio -y no veas lo que te puedo enseñar yo, -añado con  ironía.

-Pues esa es la realidad –me contesta-, así que reponte y vamos a lo nuestro.

¿Lo nuestro? –Pienso con firmeza- Lo nuestro es esto mi querida Mati,  al menos es  lo mío, por  lo que me compensa  venir aquí.


                                                                                                   V.  Abad

lunes, 8 de octubre de 2012

La Gran Alemania



El domingo por la noche en uno de los mejores programas que emite la televisión llamado “Salvados”, su presentador Jordi Évole, se trasladó a Alemania para preguntar a distintos analistas sobre la influencia de la política alemana en la crisis española. Se interrogó, al respecto,  a un economista español, un corresponsal del periódico  “La Vanguardia” y un economista alemán.


Quiero hacer especial hincapié en las palabras de este último, Jürgen Donges economista y asesor de la canciller Ángela Merkel, quien en un impecable y sospechoso castellano, recitó el repetido mantra que los españoles llevamos escuchando de  voces de los distintos poderes: “ustedes los españoles han vivido por encima de sus posibilidades”.  Además de estas declaraciones el gran teutón manifestó más o menos las lindezas siguientes:

“nosotros los alemanes hemos hechos los deberes”
“no estoy dispuesto a que mis hijos y mis nietos paguen su deuda”
“hay que acortar el período de subsidio porque es perverso”
“Ángela Merkel es muy blanda, al final cede”

Todo ello, como digo,  con palabras en un perfecto español  pero pronunciadas, si se me permite la expresión,  con el sonido del idioma alemán, que parece escupir sílabas a bocajarro. Sin embargo, fue satisfactorio ver que, a pesar de tenerlo tan claro el entrevistado, en algunos momentos no tuviera respuestas para las sagaces preguntas del entrevistador.

También resulta sorprendente, y se habló en un momento dado de ello, que el talante  perfeccionista y victimista alemán resultaba coincidente con el argumento catalán: “Nosotros damos más y recibimos menos” “la culpa de lo que está pasando la tiene España”. Claro está que, salvando las distancias, ya que todos sabemos, también los catalanes, que Cataluña tampoco ha hecho los deberes y ha sido una de las primeras comunidades en pedir el rescate. Pero detalles aparte, el discurso insolidario y egoísta es el que suelen mantener ciertos nacionalismos, que nada tienen que ver con el noble sentimiento del sentido de pertenencia que tenemos todos a nuestro pedazo de tierra.

Asumiendo que los españoles, nativos de un país meridional y relajado, no hayamos hecho los deberes, y dejando aparte la debilidad de una democracia sustentada en una clase política corrupta; me gustaría creer que no todos los alemanes piensan así. Alemania, una de las factorías de los mejores filósofos de la historia del pensamiento, los más geniales de origen semita, dicho sea de paso, no puede justificar la crisis europea con la irresponsabilidad de los países mediterráneos.

Y si es así, tan sólo puedo decir que pobre Alemania, pobre España y pobres seres humanos, si creemos que el camino se anda con la máxima de “lo mío  es mío y lo tuyo  también”. Este es el verdadero estigma que legamos a nuestros hijos y nietos y no la deuda.

El egoísmo es el germen de todas las guerras que hemos acarreado a lo largo de la historia, y esta crisis es una guerra más, ahora sin morteros, donde las familias de clase media y baja,  terminan por caer en el raquitismo más bárbaro por estrangulamiento. Pero esta vez el armamento lo pone el propio gobierno a sus ciudadanos con la connivencia de los países más ricos, es “fuego amigo” en el que los contribuyentes se achicharran de recortes y violación de derechos humanos. Tal atrocidad nos está llevando a una movilización que puede resultar peligrosa dado el carácter beligerante del pueblo español y no hay más que echarle un vistazo a la historia. 

Por ello no dejo de marcharme a dormir con ese regustillo de tristeza al ver la gran ignorancia del hombre y los sofismas en los que puede basar su condición de ser superior.

Ser humano, significa precisamente ser “humano”. Y hasta que no sepamos que lo que nos hace superiores de las demás criaturas es el sentimiento y no el pensamiento, hasta que no sintamos una verdadera empatía hacia el otro, hasta que Alemania no crea que hay que ayudar al Sur y el Sur sepa que, como puerta del tercer mundo, tiene que entregarse a ello en cuerpo y alma, para poder repartir equitativamente las riquezas del mundo; no seremos merecedores de este privilegiado apelativo ni tan siquiera de vivir en este gran planeta azul.


                                                                                                           V. Abad