domingo, 27 de enero de 2013

María Gorrostieta Salazar






Muchos en tu país saben que eres una heroína, sin embargo no lo  suficiente para que en España, el Periódico "El País" te incluyera en sus dos semanales de “Imágenes del año 2012” y “Protagonistas del Año 2012”. Bien es cierto que aquí, algunos periodistas como Rosa Montero, han escrito sobre ti; pero una carta de queja en el semanario de dicho diario por parte de un lector mejicano , trajo tu historia a mí. Ahora, yo te  hago protagonista en este humilde espacio que es mi blog.

Eras médico y habrías podido desempeñar tu profesión cómodamente, de no haber llegado a la conclusión de que las personas tenemos la responsabilidad de dejar el mundo mejor de lo que nos lo encontramos:

 "A pesar de mi seguridad y la de mi familia, lo que ocupa mi mente es mi responsabilidad hacia mi gente, los jóvenes, las mujeres, los mayores y los hombres que se parten el alma cada día sin descanso para encontrar un pedazo de pan para sus hijos"


Ciertamente, en la ciudad que tanto amabas, Tiquicheo, uno de los pueblos de la llamada Zona Caliente de Mexico, había mucho que hacer, y te pusiste manos a la obra demostrando quién ejercía la autoridad. A partir de ahí comenzó tu pesadilla, pues tu actitud no  gusto a las familias de los narcos que ejercen allí el poder con suma crueldad.

María de los Santos, honesta y valiente con 33 años de edad, no te sometiste a pesar de la pérdida de tu marido en el primer atentado, del que saliste con heridas físicas y emocionales:

“No es posible que yo claudique cuando tengo tres hijos, a los cuales tengo que educar con el ejemplo, además del recuerdo que poseo del hombre de mi vida, del padre de mis pequeños, aquel que supo enseñarme el valor de las cosas y a luchar por ellas”.

Unos meses después, sufriste el segundo atentado con fusiles de asalto cuando volvías de un evento público en coche, entonces  sobreviviste a tres impactos de bala que te produjeron graves secuelas, obligándote a llevar de por vida una bolsa adherida al abdomen. Por eso  decidiste mostrar tu cuerpo mutilado a través de tu página web con una carta que decía:

“Es cierto que se me han atacado física y moralmente, en mi cuerpo se palpan aún las heridas de las balas y del descrédito de algunos que dudaban de mi cuerpo mutilado; lucho día a día para que de mi mente se borren las imágenes de horror que he vivido, y que otros, sin merecerlo ni esperarlo, han padecido también”.
  
Valerosa María:

“Quise mostrarles mi cuerpo herido, mutilado, vejado, porque no me avergüenzo de él, porque es el resultado de grandes desgracias que han marcado mi vida (…) es testimonio de que soy una mujer con fuerza y entereza, de que a pesar de mis heridas físicas y mentales, sigo de pie”

… Y te pusiste en pie a pesar de tus lesiones, de perder el apoyo de tus compañeros, de cambiarte de partido, de que te retiraran la escolta. Intentaste restablecer la vida con tu familia y ejercer la honorable actividad de construir en tu entorno:


“Me levantaré las veces que Dios me lo permita, para continuar buscando, arañando, gestionando planes, proyectos y acciones en beneficio de toda la sociedad, pero más en particular de los desprotegidos”

Pero tu asesinato sólo era cuestión de tiempo en una presa tan intrépida y tan fácil. Una mañana te sacaron del coche y se te llevaron para matarte a golpes y ya está. Coraje y gallardía contra tanta ruindad. Hay quien dice en alguna crónica sobre ti, que la justicia se halla en el otro mundo, pero yo quiero pensar que por cada corrupto, existe un ser honesto como tú.

Por eso, desde el otro lado del océano, quiero escribir tu historia, hermosa María a la que, al parecer, le gustaba oír la canción “La Valentina”, símbolo de la revolución mejicana que acaba con estas palabras: “Si me han de matar, que me maten de una vez”. Descansa en paz María valiente, que otros tomarán tu testigo.

                                                                                                                              V.  Abad

lunes, 14 de enero de 2013

Las cosas que se dicen bajito



Las cosas que se dicen bajito se suelen expresar con sonidos y silencios acompasados, perfectamente modulados, para arropar al que las recibe. Se hablan en susurro porque son verdades que suelen ofender; no tienen necesidad de aspavientos, grandilocuencias y estridencias porque están apoyadas en la evidencia.

 El tono quedo, es un profundo murmullo que tiene la habilidad de penetrar.  Sonidos leves pero convincentes, que traspasan nuestras murallas haciendo patente nuestra vulnerabilidad; no hay capacidad de respuesta: son axiomas de la vida que también se pueden emitir sin sonido, por medio de signos que  no se oyen, se escuchan, y escritos, tienen  la misma contundencia que sueltos a voz en grito, como si se desgañitara silenciosamente el alma del uno, para despertar la del otro.

 Por ser palabras dañinas, sólo pueden ser pronunciadas por alguien que nos ama, pues ya dice la sabiduría popular, “quien bien te quiere te hará llorar”. Certezas transgresoras y transformadoras que van de corazón a corazón pero que duelen tanto...

Y uno, ante tanta excelencia, cubriéndose el pecho contra dicho ultraje, no puede por más que decir lúcidamente: lo siento, perdona, te amo, gracias.
                                   
                                                                                                         V. Abad

lunes, 31 de diciembre de 2012

Adios 2012


Crecer es vivir y el año 2012 se marcha cargado de experiencias surgidas de golpe y sopetón; mucho bueno, mucho avance, mucho acertijo para salir airoso ¡qué granuja 2012! Gracias.

 Le pido a 2013 que no pare, porque parar es morir. Que traiga más, si puede ser a tiempos, a ritmos, para poder cimbrearme sobre el laberinto de la vida. Y si hay algo en mis ancestros, en mi memoria, en mi ADN que pueda impedir el movimiento hacia delante, ruego sea eliminado fulminantemente. Crecer y crecer, vivir y vivir, ¡gracias 2013!

                                                                                        V. Abad

viernes, 28 de diciembre de 2012

Un cuento para la cena


Acabo de ver como intentabas zafarte de la muerte. Eres un civil sin armas tumbado en el suelo inerte, pero vivo. Te veo en la televisión a la hora de la cena cuando el locutor del informativo va relatando tus esfuerzos por seguir viviendo. Permaneces quieto mientras el narrador explica tus intentos de salir del fuego cruzado, fuego inútil ante un gran número de cadáveres… elogia tu perspicacia, tu ocurrencia de no mover ni un músculo para que crean que estás muerto. Sin embargo la cámara enfoca tus ojos que siguen parpadeando, por eso los espectadores sabemos que estás vivo, aunque desconocemos lo que va a ocurrir. La secuencia me absorbe, habrá quizá, quien la siga como si fuera la de una de esas películas de guerra, pero yo sé que es real. Según el locutor, te confías creyendo que ha pasado el peligro y  ruedas por el suelo hasta llegar a cubierto intentando levantarte, pero un disparo en tu pierna te obliga a salir corriendo. Casi lo consigues, cuando al llegar a la  esquina de la calle,  una ráfaga te hace caer abatido mientras las palabras de fondo  afirman que tristemente no pudiste lograr un final feliz; entonces dejo caer el tenedor y me tapo la cara con las manos, esos disparos acaban de romper mi corazón.

Sé que eres un hombre joven, anónimo, no sé si de Alepo, Palestina o China, me es igual. Eres una de tantas víctimas de la sinrazón. Si tengo que ponerme en lugar de alguien, solo puedo ponerme en el tuyo. Me pregunto por la motivación del que te disparó, aunque es la guerra. Comprendo la profesionalidad del cámara si la pretensión era denunciar. Entiendo la finalidad de los telediarios que es informar. Pero ¿cómo se pueden relatar esas imágenes en un tono monocorde, dejando al espectador pendiente del desenlace, como si de un cuento con adivinanza incluida se tratara? 

¿Cómo podemos asistir diariamente al sufrimiento sin sentir un mínimo de empatía? Es una actitud que  induce a  los niños a incorporar la muerte y el asesinato en sus vidas de manera brutal, sin distinguir realidad y ficción, ni lo que vale una vida.Claro que ahora el primer mundo “estamos pasándolo mal”, por eso sobrevivimos como simples espectadores del naufragio, mirando nuestro desgastado  ombligo.

Mis lágrimas brotan sin control ante la percepción de ese lado oscuro de la condición humana del que me siento responsable. Los disparos a mi también me han abatido y me pregunto  desolada ¿qué se puede hacer? aunque... ¿se puede vivir sin hacer nada? Supongo que no, pero la mayoría de las veces no hacemos nada, bueno sí, seguimos cenando.

                                                                                                                       V. Abad