viernes, 28 de diciembre de 2012

Un cuento para la cena


Acabo de ver como intentabas zafarte de la muerte. Eres un civil sin armas tumbado en el suelo inerte, pero vivo. Te veo en la televisión a la hora de la cena cuando el locutor del informativo va relatando tus esfuerzos por seguir viviendo. Permaneces quieto mientras el narrador explica tus intentos de salir del fuego cruzado, fuego inútil ante un gran número de cadáveres… elogia tu perspicacia, tu ocurrencia de no mover ni un músculo para que crean que estás muerto. Sin embargo la cámara enfoca tus ojos que siguen parpadeando, por eso los espectadores sabemos que estás vivo, aunque desconocemos lo que va a ocurrir. La secuencia me absorbe, habrá quizá, quien la siga como si fuera la de una de esas películas de guerra, pero yo sé que es real. Según el locutor, te confías creyendo que ha pasado el peligro y  ruedas por el suelo hasta llegar a cubierto intentando levantarte, pero un disparo en tu pierna te obliga a salir corriendo. Casi lo consigues, cuando al llegar a la  esquina de la calle,  una ráfaga te hace caer abatido mientras las palabras de fondo  afirman que tristemente no pudiste lograr un final feliz; entonces dejo caer el tenedor y me tapo la cara con las manos, esos disparos acaban de romper mi corazón.

Sé que eres un hombre joven, anónimo, no sé si de Alepo, Palestina o China, me es igual. Eres una de tantas víctimas de la sinrazón. Si tengo que ponerme en lugar de alguien, solo puedo ponerme en el tuyo. Me pregunto por la motivación del que te disparó, aunque es la guerra. Comprendo la profesionalidad del cámara si la pretensión era denunciar. Entiendo la finalidad de los telediarios que es informar. Pero ¿cómo se pueden relatar esas imágenes en un tono monocorde, dejando al espectador pendiente del desenlace, como si de un cuento con adivinanza incluida se tratara? 

¿Cómo podemos asistir diariamente al sufrimiento sin sentir un mínimo de empatía? Es una actitud que  induce a  los niños a incorporar la muerte y el asesinato en sus vidas de manera brutal, sin distinguir realidad y ficción, ni lo que vale una vida.Claro que ahora el primer mundo “estamos pasándolo mal”, por eso sobrevivimos como simples espectadores del naufragio, mirando nuestro desgastado  ombligo.

Mis lágrimas brotan sin control ante la percepción de ese lado oscuro de la condición humana del que me siento responsable. Los disparos a mi también me han abatido y me pregunto  desolada ¿qué se puede hacer? aunque... ¿se puede vivir sin hacer nada? Supongo que no, pero la mayoría de las veces no hacemos nada, bueno sí, seguimos cenando.

                                                                                                                       V. Abad

1 comentario:

  1. Aunque tú no lo veas así, y no sea tu intención, el mero hecho de expresar tus sentimientos ya provoca reacciones. Como la mía, que comparte tu indignación por nuestra pasividad.
    Pero creo que este análisis es necesario para movernos. En breve. Seguro.
    Si no, caeremos abatidos de igual forma, pero sin darnos cuenta. ¡Horrible!

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