viernes, 14 de diciembre de 2012

Miramiri


                           Sección Lavar y marcar (15)



Creo que nunca he hablado de la todóloga, esa mujer sentada a mi lado llamada Pamela.

Pamela está más cerca de los sesenta de lo que aparenta pero tiene muy buena pinta. A ella le encanta decir su edad y sorprender hablando de su pequeña hija, fruto de una menopausia traicionera que le hizo madre en vez de abuela, ya que tiene hijos mayores que hacen su vida, aunque entren y salgan continuamente del hogar familiar según sus circunstancias personales y laborales.

Pamela me da confianza porque muestra desinterés por la vida de los otros, a la vez que revela una gran inclinación hacia todo lo demás; te puede hablar tanto de cómo eliminar las manchas de chicle de la tapicería,  como del efecto Doppler, determinante –según nos contó- para la teoria del Big Bang. Porque además de psicóloga, ella es una esponja absorbiendo y soltando datos. Me encanta  todo lo que dice aunque a veces sea una pasada.

Las clientas le dicen que esconde un topo en la Zarzuela, cuando nos cuenta historias de la Casa Real, algunas un tanto variopintas y tronchantes. Yo creo que se las inventa, pues tiene un gran sentido del humor. Dudo de hasta cuánto sabe, porque cuando hablas con ella, calla y otorga, te deja hablar, como si supiese  más de lo que tú le estás contando. Lo que es innegable, es que es una persona erudita que utiliza un vocabulario culto, con una buena conversación, y alguien que me hace sentir cómoda y de quien no me escabullo; tal vez sea, además de por su personalidad, por su condición de terapeuta.

Nos encontramos con Mati en la zona de lavado, inmersas en la conversación sobre los motes, divertidas porque algunos son de traca. El origen ha sido el alias de Esparpaco, que le viene como anillo al dedo y con unas circunstancias melodramáticas increíbles. Yo ya no me siento mal por lo que ocurrió, al fin y al cabo son cosas que pasan.

-Volvería a renombrar algunos apelativos porque se han quedado un tanto obsoletos –Nos dice Pamela.

-Bueno, antes habrá que bautizar a quien no lo tiene ¿no?-le contesto con retintín.

-¡Ah! Lo dices por ti. Yo ya te lo habría puesto, lo tengo clarísimo.

-No seas mala, Pamela.

-¿Por qué es mala, Mati? –le pregunto.

- Porque quedamos en que no era definitivo. Los motes se van cociendo, por eso son para siempre.

-De eso nada -contesta Pamela-, hay muchos que están pasados de moda. Los motes van con la personalidad y ésta suele ir cambiando con las circunstancias. Acuérdate Mati que tú antes de jefa, eras brujilda.

-Ja, ja y todavía me lo llamáis.

-¿Bujilda?, me gusta ¿por qué será? –le digo chistosa.

-Lo sabes bien Miri –me contesta Mati-. Dicen que soy bruja y ya me gustaría a mí serlo. Ahora resulta que leo el pensamiento, lo que no saben es que son ellas las que me lo  leen a mí, y enciman me castigan con el mote.

-Un poco extrasensorial sí eres –le dice la todóloga-, aquí todos cargamos con lo nuestro,  el mío es insólito.

-Pues no digamos el de “jolines”, ese es una judiada, -les digo un poco vengativa aún.

-Todos son así –afirma Mati-, dicen algo bueno y malo de ti según te lo tomes.

-Entonces, si es más importante el proceso que el propio apodo, podríais decirme el eliminado –suplico curiosa.

-¡Nada de eso! –contesta Mati

-¿Por qué no? Pues se lo voy a decir yo –replica Pamela risueña.

-Bajo tu responsabilidad, tú eres la experta.

-¡Dime, dime, por favor! – insisto.

-En el principio de los tiempos eras Mirimira, pero lo hemos descartado – me comenta Pamela como quien cuenta un secreto.

-¡Mirimira! Y ¿por qué? –contesto sorprendida.

-Bueno era antes, ahora estamos esperando nuevos datos porque esto no es concluyente, claro.

-Sí, pero ¿Por qué Mirimira? No lo veo.

-¡Hija porque eres toda ojos! ¿Aún no te has dado cuenta de lo que miras?
 –me explica Pamela con insistencia.

-Sí eso sí, pero esperaba algo más interesante.

-¿Puede haber algo más interesante que ser una persona observadora? – al final Mati se moja-. Verás Miri, lo tuyo es una actitud, sin embargo no está decidido, porque tiene que haber otra forma  de decir más  sobre ti. Pero que conste que nunca vas a quedar satisfecha.

-Hay que tomárselo con humor, es importante saber cómo te ve la gente –me asegura la todóloga-, yo lo instituiría en todos los ámbitos. ¿Te imaginas que tuviéramos un mote en cada ambiente que nos movemos? Sería una información sobre nosotros mismos muy valiosa. Podríamos encontrar hasta nuestra marca.

-Sí, pero sigo diciendo que es muy simple mi presunto sobrenombre.

-Por eso no es el definitivo. Algunas personas son más complicadas. No te dejas ver Miri, y eso lo sabes, así que no hay unanimidad -asegura Mati.

Me siento un poco chafada. Ya están Yoli y Ángela preparadas para lavarnos y va llegando gente. Menos mal que me han chivado mi posible alias las personas que yo hubiera elegido, pero el motecito tiene su gracia. Es verdad que Pamela dice que todo apodo tiene su enjundia, pero el mío me parece casi un insulto.

¿Es que Miri sólo mira? Me pregunto a la salida de la peluquería cuando las luces de las farolas ya están encendidas, mientras me voy acercando a la casa que me succiona cada vez que paso por su acera. Se ven las paredes iluminadas de luces bajas, dando, si cabe, más sensación de calidez. Me sorprende una figura asomada a la barandilla de la que no me había percatado en mi ensimismamiento, es una mujer que está fumando en la sombra. No puedo verla  pues el reflejo del interior la sume en la oscuridad, pero seguro que es la dueña. Y de repente río, porque me acabo de sorprender a mi misma: Sí, parece que Miri mira, y mucho.

 Tendré que dejar de mirar todo lo que me rodea con este énfasis ¿Mejor dejarme ver aunque suponga ponerme en evidencia? Un día cualquiera podría decir: ¡aquí estoy yo! Y entonces, tal vez,  no sería Mirimira, sino que me señalarían con el dedo diciendo ¡Mira! Miri, convirtiéndome en Miramiri, ¡menudo juego de palabras! Pero quedaría un poco mejor –sonrío-. Lo consultaré con la almohada, me digo algo abrumada. ¡Hay que ver los enredos que me traigo conmigo misma!

                                                                                                   V. Abad

                                                                              

1 comentario:

  1. Me encanta el geniel universo femenino!!
    En una pelu de caballero jamás se daría.

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