sábado, 29 de septiembre de 2012

"Leña y punto" o el arte de la insumisión


¡Fuera! ¡Fuera!

El policía permanece quieto pegado a sus compañeros, tiene el gesto paralizado bajo el casco protector, las manos tras el escudo. La tensión le martillea la  mandíbula.

-¡Vamos iros a casa de una puta vez!- Se dice a sí mismo, mirando a la multitud– Ya tuvimos  bastante ayer.

Un escupitajo le cae en la bota agravando aún más su ansiedad. El dueño del salivazo es un joven que ha saltado las primeras líneas de la sentada en dirección al cerco policial. Los manifestantes le retienen.

¡Si no hay dinero por qué tanto madero! –corea la muchedumbre.

El antidisturbio se mantiene al acecho,  respirando entrecortadamente,  sólo desea que todo acabe de una vez. –Marchaos a casa- se repite-. Yo también quiero irme, ya es de noche, añoro a mi familia, poder leer un cuento a mi hijo y besar a mi mujer embarazada.

 ¡Únete! ¡Únete!  -grita la masa a la policía.

El agente mira la primera hilera de la sentada, son jóvenes, algunos menores, y también hay adultos. Uno muestra una pancarta que dice: “Por favor policía piensa” con la palabra “obedece” tachada.

-Tengo que cumplir con mi obligación –se dice- ¿Qué hace la prensa tan pegada? Luego se quejan diciendo que están haciendo su trabajo, pues yo también cumplo con el mío. ¡Iros de una vez, joder! Cuando nos den la orden de cargar, ellos serán los primeros en cobrar. Cargar…¿cómo se puede cargar sin violencia? –se pregunta.

¿Por qué nos quieren proteger si no les importamos? -Corea la masa

-Yo también estoy descontento, yo también soy funcionario como vosotros, los de las camisetas verdes, estudié una carrera para guardar la ley. También me recortan por proteger y ¿a mí quién me protege? Si uno de nosotros cayera en medio del gentío sería una  fatalidad. No hay más que ver las imágenes de las patadas que recibió ayer un compañero.

¡Que no, que no, que no tenemos miedo!

Esto va peor, nadie se mueve –piensa-. Tengo el cuerpo rígido, estoy angustiado, lo sé, pero cuando den la orden, como siempre, todo se me pasará; entonces sólo tendré que actuar a bulto para mantener los 50 metros limpios entre ellos y nosotros.

¡Los encapuchados son la policía! -Vocean los manifestantes.

En cuanto reciben la orden de desalojar, un extraño sentimiento de impotencia invade al agente. Él avanza pero no arremete, su brazo no le obedece, una mano aprieta con fuerza la porra mientras sus compañeros comienzan a tirar pelotas de goma.

Entre el alboroto de la estampida, el guardia camina como un autómata hacia delante, circula sin embestir con la mirada puesta en el vacío, pendiente de la cantinela que ocupa su cabeza.

–Marchaos de una vez. Iros a casa ¡hostia! ¿os vais vosotros o me voy yo? –se pregunta en un rugido, que le lleva a tirar el escudo al suelo.


                                                                                                     V. Abad

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho. Muchísimo. Creo que todos somos esclavos de nuestras obligaciones y no siempre estamos de acuerdo con lo que hacemos.
    Estoy convencida de que esta situación que describes se da más veces de las que imaginamos...
    Gracias por enseñarnos este lado de la película, en la que no reparamos ante la exacerbación de los hechos.

    ResponderEliminar
  2. Estoy absolutamente impresionado. Tengo los pelos de punta, como periodista, como manifestante, y como ser humano. Violeta, gracias por esa sensibilidad que salvará al mundo sin que el mundo lo sepa. La revolución silenciosa, la energía, la fuerza, el ojo que mira desde el quicio de la puerta para actuar cuando tiene que hacerlo, cuando hayamos pensado y hecho pensar a los que están al otro lado de la puerta. Gracias por abanderar, por liderar esa revolución silenciosa que pocos saben que existe, pero que nos va a sacar del arroyo.

    Tiempo al tiempo.
    Tiempo.

    Un abrazo, Javi

    ResponderEliminar
  3. En uno de sus escritos el poeta Mayakovski decía que era absurdo matar sobretodo porque nunca matas a quien quisieras. Hablaba en el contexto de la revolución rusa. Ahora nos enfrentamos entre nosotros, manifestantes y policías, por ejemplo, pero los causantes de todo el sufrimiento siguen en sus atalayas seguras y sin deficits. Esto es lo que no debemos olvidar cuando nos enfadamos entre ciudadanos, policías, políticos, etc.

    ResponderEliminar