martes, 17 de junio de 2014

Facebook




Me encuentro en la sala de un gran ambulatorio en la que los pacientes se agolpan en las puertas de las distintas consultas. Por el número de personas deduzco que la espera va para largo, por lo que  decido distraerme un poco conectándome a facebook, desde mi teléfono móvil.

Según voy entrando en el sugestivo mundo digital, las voces se reducen a un murmullo lejano que envuelve mi mismidad. Yo y ESO: Página de inicio con las crónicas de actualidad, tiendas online, peticiones de amistad de rostros vagamente conocidos, amigos que muestran su intimidad familiar con demasiada alegría, frases geniales de autores célebres, anuncios… todo un mundo de realidades paralelas que podrían responder a la fascinante teoría cuántica; porque mientras alguien está trabajando, discutiendo,  conduciendo o haciendo el amor, en el mismo instante, su imagen sonriente o un pensamiento suyo, aparece grabado en este espacio con la misma actualidad, informándonos incluso, de que se encuentra escuchando Spotify.

Y yo, testigo virtual como ellos, mientras salto  de pantalla en pantalla, voy  sorprendiéndome  de la pregunta que se me repite insistentemente: “ ¿qué estás pensando? ” pregunta que suelo obviar por la aprensión que me produce una cuestión tan fundamental, originaria de un ENTE pseudodesconocido. Además, nadie pregunta a nadie lo que está pensando más que  para “cascarle”  inmediatamente lo suyo, así pues, si no nos suele interesar lo que piensan los demás, ¿de dónde radica tanto empeño ? ¿cuál es el objetivo de facebook ?

Porque puestos a responder y con las ganas que tenemos de ser escuchados, a mi me faltaría espacio potencial para decir lo que estoy pensando, ya que mi respuesta partiría desde mi realidad más cercana, como por ejemplo, “pienso en la incomodidad que me produce el  murmullo del gentío”, pasando por la conceptual, “creo que el sistema de la seguridad social está dejando de funcionar”, hasta llegar a la más transcendental, “¿quién es ese Yo,  sujeto paciente en una sala de espera, observador activo de un espacio indeterminado, que me está haciendo una pregunta trascendente?”

Si alguna vez hiciera el alarde de contestarle, sería tremendo, pues mis tres niveles: físico, conceptual y trascendental lo harían a la vez de manera desordenada, entre el revuelto de sensaciones, ideas y sentimientos que ocupan cada rincón de mi ser.

Desde esta mole de ambulatorio, yo le podría decir al ENTE lo siguiente. Que a menudo pienso  en todas las injusticias que nuestra sociedad está sufriendo. En lo que hemos fallado para experimentar la continua pérdida de beneficios y derechos conseguidos con tanto esfuerzo y también, sobre  esa ley del aborto que nos discrimina a las mujeres. Que además reflexiono sobre el dolor de los emigrantes rasgándose  la piel en las concertinas y  la emoción que expresan besando el suelo cuando las han superado. Y  me pregunto si lograrán al fin llevar una vida digna, parecida a la que hasta ahora hemos disfrutado, nosotros, que tenemos que cooperar para que nuestros niños no pierdan su comida diaria en el comedor escolar cuando termine el curso. Lo que me lleva a acordarme de aquellos que viven "a todo trapo" pero de manera indigna. Esa clase rica, pretendidamente superior,  distanciada del españolito de a pie, cada vez más pijos, más guapos,  incluso más rubios,  engordando a costa de los que ya no les queda casi nada.
Que pienso en la alternancia entre los gastos que conlleva un desahucio y una coronación; en los sueldos de las fuerzas del orden público que lo mismo contienen una manifestación que protegen a una infanta en Suiza. Simultáneamente, pienso que estamos perdiendo científicos, profesionales, buena gente, mientras la mayoría de nuestros políticos, empleados de la política, sin reciclar,  que aún se ofenden cuando les llaman “casta”, se han convertido en  unos perdidos…
Tanta desigualdad abre una inmensa brecha en la sociedad que nos aboca ineludiblemente al desorden, por eso recuerdo el pensamiento del gran filósofo Leibniz, que para justificar la mano de Dios en estos menesteres, afirmaba  que estamos en el mejor de los mundos posibles y tal vez sea verdad cuando al rememorar la historia, vemos que la desproporción va “in crescendo”.
Así que facebook, no me preguntes lo que pienso, pues me vería obligada a contar  todo este embrollo, un disparate en el que mis amigos pincharían  “me gusta”, mucho antes de decidirse a leerlo o no. Por eso, ahora que por fin acaban de citar mi nombre para entrar en la consulta, sólo te responderé con una sugerente pintada callejera que nos anuncia que también estamos a punto de perder a Descartes: “pienso… luego no me dejan existir”
 ¿Será por eso que quieres saber lo que estoy pensando?

                                                                                                                             V. Abad

1 comentario:

  1. Pues mira, agradezco a Facebook que me acerque a tus pensamientos. Agradezco a este mundo digital-virtual que me permita disfrutar de tu genial reflexión y me encanta notar como se me remueven las tripas y el corazón cuando te leo.
    Creo en la humanidad, confío en el equilibrio de que unos pensemos de más y otros de menos, porque sé que gracias a ello el pensamiento avanza en una buena dirección... no importa el medio que utilice.
    Mientras haya transmisión habrá aprendizaje.
    Gracias Violeta

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