viernes, 29 de junio de 2012

Sin Dios


Si no hay Dios, somos producto del azar y de las leyes de la naturaleza, que nada tienen que ver con una inteligencia creadora. Estamos formados de polvo cósmico,  somos estrellas, como dice Carl Sagan.

Si no hay Dios, no tengo que darle cuentas ni a él, ni a sus ministros. No existen leyes divinas, y sí, las de la naturaleza. Tampoco justicia divina, sino la terrenal. No está el ojo celestial vigilante; temor de Dios a cambio de respeto a uno mismo y a la humanidad.

Si no hay Dios, no existe más responsable de lo que me pase que yo mismo. No tengo que rendirle cuentas a Él, pero tampoco puedo pedírselas. Estoy sujeto a las leyes que yo he creado con mis hechos.

 Si no hay Dios, ¿a quién pedir? ¿para qué rezar?

Si no hay dios, desaparecen palabras como  culpa, pecado o penitencia.

Si no hay Dios, no soy especial, ya que no puedo compartir mi ser esencial con una divinidad. Soy simplemente un ser humano.

Si no hay Dios, tampoco hay amor de Dios, por tanto nadie nos cuidará y tan solo nos protegerán nuestros propios actos. 

Si no hay Dios, se me niega la cualidad de tener un alma inmortal. No hay Dios, no hay alma no hay eternidad. He de abandonar la idea de un más allá y aceptar el mundo tal como es: caduco y contingente.

Si no hay Dios, no existe su espíritu, de modo que nos vemos abocados a buscar la espiritualidad en el fondo del corazón de los hombres.

Si no hay Dios, tengo que dejar de buscar la felicidad fuera de mí y bucear en la plenitud de mi ser.

Si no hay Dios, habré de  tomar las riendas de mi propia existencia y saber que estoy solo frente al bien y el  mal.

                                                                                                        V.  Abad

3 comentarios:

  1. Yo me encuentro entre esa franja de personas que no tengo ni idea de si existe o no Dios. A decir verdad, tampoco me importa demasiado. No siento que mis pensamientos y actos deban esten regidos por poseer o no esa creencia. Lo que llamamos conciencia, incluso divinidad, siento que está presente dentro de mí. No quiero excusas, no quiero sentir temor a Dios, para ser moral.
    Quizá Dios sea la propia vida, quizá por eso yo la amo tanto.

    Estupendo artículo, por cierto.

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  2. Vale, perfecto. ¿Dónde hay que firmar?

    Ahora ya sólo hace falta que se enteren los curas, los ayatolás, los judíos, los fundamentalistas, los monjes budistas, los líderes de las sectas y los hinchas del Atleti.

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