domingo, 17 de junio de 2012

La desatendida del club


                           Sección Lavar y marcar (7)
  
                                                                                   
Cualquiera podría pensar que soy una descerebrada que se apega a la primera peluquera que encuentra en su vida; yo misma podría haberlo pensado también, de no haber conocido a Mati. Acudir a este centro a lo largo de dos años, ha significado para mí, algo así como hacer un máster especializado en ciencias de la vida.

Una vez a la semana, durante más de dos años, es decir unas 104 veces, si descontamos el período vacacional, he experimentado lo que significa aprender lejos de procesos mentales y mucho de piel.

Lentamente he ido mudando finas capas de dermis, preguntándome  si algunas vez llegará a su fin esta particular transformación,  porque Mati, se pasea cual bailarina en el escenario, con una bandeja llena de pensamientos, experiencias y emociones, que va tomando y soltando, al son de un instrumento de cuerda muy bien afinado. Por eso quiero compartir su danza  con ella y acompasarla con la mía, por eso escribo las crónicas de mi peluquería. 

Son ya más de dos años en las que he conocido un buen número de mujeres del círculo del mote, sabiendo bien que no son todas, porque la semana tiene 5 días y medio, para recibir a las notables protagonistas de este microcosmos tan auténtico. Y a pesar de mi identificación con ellas, advierto, no sin cierta extrañeza que, no he sido aún galardonada con ese sobrenombre que expresa quién y cómo soy para los demás. Quizá se esté fraguando mi apodo, al calor de las hogueras que encienden las viejas sabias del mini mundo del tocador. Quizá ya lo tenga, y se espera la hora sagrada del ritual. 

Me resultaría muy difícil participar en la elección de mi apodo  porque no es sencillo abarcar las características de uno mismo. Podría hacerme llamar la prudente, porque me controlo, o la discreta, porque no cuento chismes, o la mujer tranquila, porque no suelo enfadarme con los demás. Claro que también, la cobarde, porque no me echo para adelante, la pasota, porque no entro al trapo, la sumisa porque no suelo discutir, o simplemente la simple.

 Atendiendo a mi físico, estaría bien la mozuela, porque soy de las más jóvenes, la escurrida, porque estoy delgada, la ojazos, porque los tengo grandes y miro demasiado fijamente… ¡Dios sabe cómo me ven los demás! Lo cierto es que, al final, el mote casi siempre lo engloba todo y suele estar bien tirado.

Para Mati tengo un cuerpo elegante, mido algo menos que ella pero soy mucho más flaca. Le encanta cortar mi pelo castaño de forma desigual y peinarlo liso, de tal modo que me da un aire muy juvenil, ella dice que a lo francés. Y se encarga de fijármelo bien todas las semanas para que no se me encrespe los días de lluvia (ese es mi caballo de batalla).

Para permanecer más tiempo en la peluquería me hago las manos, la cara, la cera… incluso los pies a pesar de odiarlos cariñosamente porque me parecen demasiado largos y delgados. Mati no se cansa de repetir que son personales, y me anima a que me ponga sandalias. En realidad no suelo hacerle mucho caso porque siempre he vestido muy  sencilla, ahora sé que es para pasar desapercibida.

-¡Mira que guapos te los he dejado! –acaba de pintarme las uñas de los pies. -Ahora unas sandalias de cuentas de colores o lazos de tela te quedarían de lujo, en vez de esos zapatos de ursulina que te cuecen los pies –se refiere a mis mocasines de color beige claro.

-Es que tú eres muy pinturera -le contesto.

-Las cosas llamativas –me dice con una cómplice medio sonrisa- son las que desvían la mirada de lo que se quiere ocultar, y no las sin sustancias, como tú te crees. – bien por la Mati indirectamente directa.

A pesar de todo tiene la cualidad de hacerme sentir especial, así que espero con impaciencia y expectación la sagrada hora de mi bautismo.

                                                                                           Violeta Abad

2 comentarios:

  1. Me has hecho sonreír, imaginar.
    Llevo yendo a la misma pelu desde los 18, y tengo ya .... uf, 50 añazos, intenté no ser tan constante, probé otras, pero siempre volvía, y es que mi Vicente no es tu Mati, pero es Vicente, que no te corta el pelo, juega sobre él de un lado a otro, con unas tijeras mágicas, que llego hecha un adefesio y salgo tan contenta, no es peluquero, es artista.
    Gracias, porque tu entrada es estupenda, un agradecimiento a nuestros amigos que nos ayudan más que por los pelos. Si no es molestia, me engancho a tu blog. Un abrazo. Isabel

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  2. Me encanta el enorme valor que le das a cosas tan sencillas como el apodo. Efectivamente, cuando te lo apliquen reflejará de forma inequívoca la imagen que das. Aunque no te guste, tú eres ese mote para los demás. Y admítelo con todo el orgullo que puedas (pues los hay difíciles de admitir...)

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