domingo, 1 de julio de 2012

La mirada serena



María ha madrugado como todos los días y se encuentra en el saloncito tomando su primera taza de té. Carlos, su marido ya se ha marchado y los niños aún no se han levantado para ir al colegio, es demasiado temprano.
Sopla una suave brisa en este amanecer de finales de primavera, se acaba por fin el curso. ¡Qué curso! María es profesora de literatura, en paro reciente. ¡Ya se sabe, los recortes!
A ella le gustaría poder fumar un cigarrillo -ya hace muchos años que lo dejó-, pero a veces lo echa en falta. Aspirar en su garganta el humo caliente, en contraste con el vientecillo fresco, que le obliga a cubrirse los hombros con una prenda ligera. Bocanadas de perfectos aros, que se van deformando con la fuerza de la corriente de aire, igual que su propia vida.
Hace tiempo que dejó de lamentarse de ella, y ahora comienza a disfrutar de las pequeñas cosas. Dejó a un lado el sentimiento de pérdida para centrarse sobre lo que aún le queda. Por fin se siente tranquila a pesar de la debacle que ha sufrido junto con su familia.
María ha perdido un nivel de vida que probablemente no vuelva a tener. A lo largo de tres años se ha ido mermando materialmente un estable núcleo de cerca de veinte años, forjado por los dos con trabajo e ilusión. 
En el empleo de Carlos, primero fueron reducciones en los salarios, después la eliminación de los incentivos, más tarde la del salario dado en especies. Ahora, su marido se ve obligado a ir a trabajar sin cobrar un céntimo, hasta que se resuelva un concurso de acreedores de la empresa. Se supone que, entonces, les pagarán las nóminas que les deben, junto con la indemnización, que con la crisis ha ido variando de 45 días por año, a 20 días, hasta 8 días actualmente. !Mucha miseria para tanta dedicación!
María lucha por no sentir culpabilidad, esa que intentan inculcar los prebostes que dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y recuerda los bellos versos de Blas de Otero:
España camisa blanca de mi esperanza,
De fuera o dentro, dulce o amarga,
De olor a incienso de cal y caña;
¿quién puso el desasosiego en nuestras entrañas
Nos hizo libre pero sin alas,
Nos dejó el hambre y se llevó el pan?
La última vez que lloró fue cuando perdió su empleo. Lloró tanto que se vació de rabia y de dolor, hasta que escuchó el consejo de una amiga: “ Meri guarda fuerzas para salir airosa”.
Los amigos, su gente, es su principal pilar. Perdieron las casas, los coches, las vacaciones… pero no desaparecieron sus apoyos. Su hermano les deja el coche para que Carlos vaya a trabajar. Sus cuñados propusieron compartir su casa con ellos. Una amiga les llena la nevera de yogures y leche para los chicos.  Otro amigo les hace una transferencia para afrontar los gastos más inmediatos…
María se siente abrumada y a la vez henchida de tanta colaboración. Empieza a creer que es mejor no preocupar a sus seres queridos más de la cuenta. Pero semejante calor le llena de energía y de paz. Porque, ante este mar de incertidumbre, se encuentra muy reconfortada al abrigo del amor de los suyos. Y respira profundamente con alivio, incertidumbre material, frente a la certidumbre del amor. ¡No hay color!
Hoy tiene la tarde llena de clases particulares; aunque busca todo tipo de trabajo, su prioridad son sus hijos. Ayudar a que acepten con naturalidad, sin complejos, sin humillaciones, una realidad que les ha venido dada:
 -mamá ¿ya somos ricos? -Le dice el pequeño, un día que comieron las gambas a la plancha que les regaló su amigo Tino.
Desde el ventanal de una casa prestada por otro ser querido, tiene la conciencia de ser una sin techo rodeada de amor, que se agarra intensamente a lo positivo que tiene la vida. Una casa cuatro veces más pequeña que la suya, pero con unas impresionantes vistas que se abren al más allá. Es la semejanza con su propia vida, una refugiada mirando por el ventanal de la esperanza.
María no va a claudicar, hoy quizá no pueda hacer mucho más por ella, pero seguro que podrá hacer algo por los demás.
                                                                                  
Dedicado a las familias que están pasando dificultades. Debemos saber que la vida es una noria con subidas y bajadas, pero que siempre hay un lugar para la esperanza, un maravilloso y estable rincón que podemos habilitar para nosotros y para los demás.

                                                                                                                            V. Abad





4 comentarios:

  1. Redescubrir a los amigos, encontrar cada día a alguien que te sorprende... en lo bueno o en lo malo, aprender de otros en peor situación o guiar a los que están empezando su provisional decadencia material.
    La calidad humana, siempre superando cualquier condición y creciendo en compañía.
    Esto es lo que nos vamos a llevar: un enorme aprendizaje, que es nuestro verdadero tesoro.

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  2. Escrito desde muy dentro, calidad literaria en estado puro, siempre es así.
    Una historia que ni siquiera es premonitoria, porque la realidad que cuenta ya la estamos viviendo.
    Creo que este post trasciende la filosofía para convertirse en una llamada urgente al amor, la solidaridad, la unión más sincera y necesaria entre todos. Simplemente para sobrevivir, en principio, y VIVIR, con fuerzas renovadas.
    Es preciso recordarlo de vez en cuando, para no sentir la soledad del corredor de fondo. Violeta lo hace. Gracias.

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  3. Jopé Viole, es demoledor. Qué fuerza tienes, qué fe, qué ánimo, qué huevos.

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  4. El texto en verdad es precioso y refuerza una idea que leí hace poco no me acuerdo donde que dice que la única salida a esta crisis es la cooperación entre los seres humanos, claro a pequeña escala está bien pero ¿como corregir a la élite que ha olvidado lo que es un ser humano?....

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