jueves, 28 de mayo de 2015

Abrirse al Cielo


Mi entorno y sus circunstancias me llevan a una profunda reflexión acerca de los apegos. A menudo vivimos aferrados a las cosas en la creencia de que su posesión nos hará felices. Sin embargo, no nos percatamos de que, en la lucha por conseguirlas y retenerlas, vamos perdiendo felicidad.

En nuestra cultura, pasamos toda la vida esforzándonos para obtener beneficios que al final no suelen compensar o no llegan nunca. Sencillamente, el pago largo y costoso de una hipoteca, las cotizaciones más caras para conseguir la jubilación menos barata, son fatigas que prometen un bien… tener por encima de ser. 

Por otra parte, la mayoría de las veces nos origina tanto pánico lo nuevo, que preferimos amarrarnos a viejos programas y situaciones que a pesar de ser dañinos, generan la errónea sensación de estabilidad. De este modo, nos  atamos a relaciones humanas tóxicas o a hábitos y creencias que  proporcionan mucho sufrimiento, a cambio de una falsa seguridad.

En  El libro tibetano de la vida y de la muerteSogyal Rimpoché  invita a meditar sobre la permanencia de las cosas con el siguiente experimento:

“Coja una moneda. Imagínese que representa el objeto al que usted se aferra. Enciérrela en el puño bien apretado y extienda el brazo con la palma de la mano hacia el suelo. Si ahora abre el puño o afloja su presa, perderá aquello a lo que se aferra. Por eso está apretando. Pero hay otra posibilidad: puede desprenderse y aun así conservarla. Con el brazo todavía extendido, vuelva la mano hacia arriba de forma que la palma quede hacia el cielo. Abra la mano y la moneda seguirá reposando sobre la palma abierta. Ha dejado de aferrarse. Y la moneda sigue siendo suya, aun con todo ese espacio que la rodea.

Así pues, existe un modo en que podemos aceptar la impermanencia sin dejar de disfrutar de la vida, todo al mismo tiempo, sin aferramos.”

Decididamente, aprender a vivir con las palmas hacia el cielo resulta bastante difícil ya que necesitamos creer que poseemos algo, dotando a los objetos y a los hechos de una ilusoria consistencia. En un grado más elevado y con sumo esfuerzo, podríamos afirmar que no nos tenemos más que a nosotros mismos; y ni siquiera eso sería un consuelo, porque a menudo nos solemos traicionar al  vivir desligados de nuestra naturaleza esencial. Así pues, el fin de nuestra existencia sería dar con nuestra propia esencia.

Pero constatar la esencia en la vida cotidiana es complicado porque nos solemos distraer y acabamos prefiriendo lo imaginario a lo real. Por eso, nos descoloca tanto la imagen del que se despoja de todo, juzgándolo duramente, ignorando que la entrega nos proporciona la libertad del que no tiene nada que perder. Alguien me dijo una vez “desnudo vine y desnudo me marcharé”, esa es la filosofía.

Por eso cuando descubro en mi mismidad, que mis anhelos, dolores, sentimientos y pensamientos, se pueden en cualquier momento, reducir a vapor de agua, me acuesto entre el cielo y la tierra a soñar con la nada. Es la hora de la liberación.

Lo ideal sería desprenderse de los apegos con la delicadeza del que lanza un pajarillo a la libertad. Como las madres sueltan a sus hijos, como los hijos despiden a su difunto padre, dejando marchar.

Termino con los versos del poeta inglés William Blake que ilustran este manual de Sogyal Rimpoché sobre la vida y la muerte:


Aquel que se ata una Alegría
la alada vida destruye;
aquel que besa la Alegría según vuela
vive en la aurora de la Eternidad?


                                                                                                                                                                                                                                                       V. Abad

1 comentario:

  1. Tan certera como siempre......Yo, que estoy desapegándome continuamente, me sorprendo con nuevos apegos. Será que es realmente imposible no sentir esa sensación de necesidad de otro/a, será imposible no creer que aunque sueltes los lazos amorosos atan pero no aprietan??. Yo qué sé!! La vida es difícil....la teoría la entiendo, pero no se llevarla a la práctica en su totalidad. Soy imperfecta.

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