Imagina que abrieras una puerta que diera al universo, y descubriéramos
un sinfín de mundos. Millones de personas
y situaciones dispares, contrarias,
interactuando contigo en infinitos escenarios. Imagina que en cada una
de estos escenarios fueras un personaje distinto: en uno alguien poderoso, en
otro un pobre de solemnidad. En uno un gran aventurero, en otro, un tipo pusilánime. En uno un magnate de las
finanzas, en otras un indigente…realidades ordenadas gradualmente de extremo a
extremo, que conforman la totalidad de infinitas posibilidades de las que te
sientes parte. Ese es el universo que podría responder a la ininteligible
física cuántica.
Ahora bien, dando por supuesto las características de esta
física, imagina que en ese mar de realidades que se te ofrecen, tú puedes
escoger la que desees, por lo que te vas
moviendo de un lado a otro como el que va saltando por un sendero de cantos que
cruzan un río, en el que seleccionarías piedra a piedra, la que tú creyeras más
conveniente para llegar a la otra orilla. La conveniencia de vadearlo de un modo u otro,
irá de acuerdo con las capacidades y cualidades de que dispongas y elegirás las
opciones para llegar a tu objetivo, en función de tu agudeza visual, de la
largura de tus piernas, de las ganas de cruzar el río o del miedo que te
infunda el agua. Así pues, en gran medida inevitablemente el recorrido
dependerá de ti.
Si trasladaras esta analogía a tu vida real y siguiendo con
el presupuesto cuántico, podríamos decir que nuestras condiciones internas
mandarían, a la hora de elegir las opciones que nos situarían en los distintos
decorados de nuestra realidad, de tal manera que, si eres temeroso, la opción
de ser aventurero quedaría muy lejos, o
si tienes rechazo al dinero, llegar a
magnate sería inconcebible, pudiendo deducir, una vez más, que la clave de tu
viaje se encontrará indefectiblemente dentro de ti.
Tú me podrías decir que aún siendo dueños de nuestras
cualidades internas, existen condiciones externas en las que no podemos tener
ningún control, como puede ser la agudeza visual del individuo del ejemplo de
las piedras, ya que no sería lo mismo
que vadeara el río un vidente que un ciego.
Si bien es cierto que partiríamos de dos situaciones de
aparente desigualdad, la
historia nos ha dado ejemplos en los que las carencias físicas o materiales no han sido obstáculo para lograr grandes
objetivos, superando notablemente a
otras personas que no las tenían. Y eso es el resultado de las motivaciones
internas del sujeto, por tanto volveríamos a la fuerza de las convicciones
intrínsecas de cada individuo.
Aun yo diría más. Las condiciones externas forman parte de
ese universo cuántico en el que tú vas a elegir. Curiosamente me decía un poco
acalorado un invidente en uno de mis encuentros filosóficos: “¿quieres decir que yo podría haber escogido
ser ciego para demostrar que se puede ser
autónomo a pesar de la ausencia de visión?” Pues desde este punto de vista, sí.
A lo largo de la historia de occidente, los descubrimientos
de la física han resultado transcendentales para la humanidad. La existencia
del ser humano se ha ido transformando paralelamente a estos descubrimientos, desde los griegos, pasando por la del Renacimiento, hasta llegar a Newton y
Einstein. Ahora toca el fascinante paradigma cuántico, que nos promete un universo
completamente conectado con el todo. Me vienen a la mente las palabras de
Stephen Hawking en una entrevista, en la que afirmaba que la ciencia nos acerca
a Dios. Estoy de acuerdo, para mí el conocimiento es el camino que nos lleva a Él.
Si el universo lo contuviera todo, se confirmaría el libre
albedrío del ser humano en cuanto que, podría decidir el tipo de vida que quiere vivir, pues al depurar determinadas creencias, tendría acceso a las mejores
opciones. Desde esta perspectiva, también podríamos afirmar la responsabilidad
que tenemos cada uno de nuestras propias vidas y la importancia de trabajar
sobre nosotros, aquello que queremos cambiar.
Aceptar este enfoque y profundizar sobre sus presupuestos,
nos llevaría a iluminar nuestra
oscuridad, brindándonos un marco en el que aparecerían personas y situaciones
que interaccionarían en nuestra misma frecuencia, por eso es tan importante
situarte en un nivel de energía superior.
Allá fuera, el universo inteligente nos espera para materializar
aquello que conseguiremos según el nivel de limpieza interior que estamos
dispuestos a asumir, desde el mejor de
los mundos posibles hasta el más caótico, correspondiéndose con el grado de
conciencia en el que nos desenvolvamos. Elevar ese nivel de conciencia será
nuestra misión, no es tarea fácil, pero
sí apasionante, pues es el puro acto de la creación de nuestra propia vida.
V. Abad