jueves, 22 de diciembre de 2016
Feliz Navidad
Diciembre de 2016:
Dicen que los años bisiestos son años de mala suerte. Sin embargo, éste que está a punto de terminar, ha sido muy enriquecedor al estar plagado de acontecimientos y sensaciones que me han ayudado a crecer un poco más. Aprendí a decir adiós, a desestimar los juicios, a no tener expectativas, a vivir el presente, a disfrutar del silencio. En él se dieron decepciones y alegrías, pero ha sido tan grande el resultado, que nunca podré proyectarme en sus carencias, sino en sus logros; sumó en vez de restar, añadió sentido, serenidad y conciencia. Agradezco pues, todo lo que me ha ofrecido, y también agradezco a todas aquellas personas que, a pesar de mis defectos, me acompañan contra viento y marea, en este apasionante viaje de la vida.
¡¡Feliz Navidad!!
V. Abad
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Viva la música
Cierto día, alguien crea una pieza musical y después, queda suspendida en el aire esperando que otro alguien se identifique con ella y la haga suya. Pero esto no es verdad, porque es la canción la que te hace suyo cuando ya no puedes abandonar su tarareo. La música te prende a ella, es un atrapa espíritus, matemática emocional que te llena el alma de melodía.
https://www.youtube.com/watch?v=fJ9rUzIMcZQ
En esta composición de Freddie Mercury, se puede escuchar el lamento de un hombre a punto de morir que ha vendido su alma al diablo, el llanto de su madre, los gritos del diablo y el cántico de los ángeles… Sublime.
Para seguir con la experiencia, os dejo este enlace:
http://cadenaser.com/programa/2016/10/03/hoy_por_hoy/1475492461_054236.html
Espero que lo disfrutéis.
V. Abad
viernes, 18 de noviembre de 2016
Imagina que puedes soñar tu vida
Imagina que abrieras una puerta que diera al universo, y descubriéramos
un sinfín de mundos. Millones de personas
y situaciones dispares, contrarias,
interactuando contigo en infinitos escenarios. Imagina que en cada una
de estos escenarios fueras un personaje distinto: en uno alguien poderoso, en
otro un pobre de solemnidad. En uno un gran aventurero, en otro, un tipo pusilánime. En uno un magnate de las
finanzas, en otras un indigente…realidades ordenadas gradualmente de extremo a
extremo, que conforman la totalidad de infinitas posibilidades de las que te
sientes parte. Ese es el universo que podría responder a la ininteligible
física cuántica.
Ahora bien, dando por supuesto las características de esta
física, imagina que en ese mar de realidades que se te ofrecen, tú puedes
escoger la que desees, por lo que te vas
moviendo de un lado a otro como el que va saltando por un sendero de cantos que
cruzan un río, en el que seleccionarías piedra a piedra, la que tú creyeras más
conveniente para llegar a la otra orilla. La conveniencia de vadearlo de un modo u otro,
irá de acuerdo con las capacidades y cualidades de que dispongas y elegirás las
opciones para llegar a tu objetivo, en función de tu agudeza visual, de la
largura de tus piernas, de las ganas de cruzar el río o del miedo que te
infunda el agua. Así pues, en gran medida inevitablemente el recorrido
dependerá de ti.
Si trasladaras esta analogía a tu vida real y siguiendo con
el presupuesto cuántico, podríamos decir que nuestras condiciones internas
mandarían, a la hora de elegir las opciones que nos situarían en los distintos
decorados de nuestra realidad, de tal manera que, si eres temeroso, la opción
de ser aventurero quedaría muy lejos, o
si tienes rechazo al dinero, llegar a
magnate sería inconcebible, pudiendo deducir, una vez más, que la clave de tu
viaje se encontrará indefectiblemente dentro de ti.
Tú me podrías decir que aún siendo dueños de nuestras
cualidades internas, existen condiciones externas en las que no podemos tener
ningún control, como puede ser la agudeza visual del individuo del ejemplo de
las piedras, ya que no sería lo mismo
que vadeara el río un vidente que un ciego.
Si bien es cierto que partiríamos de dos situaciones de
aparente desigualdad, la
historia nos ha dado ejemplos en los que las carencias físicas o materiales no han sido obstáculo para lograr grandes
objetivos, superando notablemente a
otras personas que no las tenían. Y eso es el resultado de las motivaciones
internas del sujeto, por tanto volveríamos a la fuerza de las convicciones
intrínsecas de cada individuo.
Aun yo diría más. Las condiciones externas forman parte de
ese universo cuántico en el que tú vas a elegir. Curiosamente me decía un poco
acalorado un invidente en uno de mis encuentros filosóficos: “¿quieres decir que yo podría haber escogido
ser ciego para demostrar que se puede ser
autónomo a pesar de la ausencia de visión?” Pues desde este punto de vista, sí.
A lo largo de la historia de occidente, los descubrimientos
de la física han resultado transcendentales para la humanidad. La existencia
del ser humano se ha ido transformando paralelamente a estos descubrimientos, desde los griegos, pasando por la del Renacimiento, hasta llegar a Newton y
Einstein. Ahora toca el fascinante paradigma cuántico, que nos promete un universo
completamente conectado con el todo. Me vienen a la mente las palabras de
Stephen Hawking en una entrevista, en la que afirmaba que la ciencia nos acerca
a Dios. Estoy de acuerdo, para mí el conocimiento es el camino que nos lleva a Él.
Si el universo lo contuviera todo, se confirmaría el libre
albedrío del ser humano en cuanto que, podría decidir el tipo de vida que quiere vivir, pues al depurar determinadas creencias, tendría acceso a las mejores
opciones. Desde esta perspectiva, también podríamos afirmar la responsabilidad
que tenemos cada uno de nuestras propias vidas y la importancia de trabajar
sobre nosotros, aquello que queremos cambiar.
Aceptar este enfoque y profundizar sobre sus presupuestos,
nos llevaría a iluminar nuestra
oscuridad, brindándonos un marco en el que aparecerían personas y situaciones
que interaccionarían en nuestra misma frecuencia, por eso es tan importante
situarte en un nivel de energía superior.
Allá fuera, el universo inteligente nos espera para materializar
aquello que conseguiremos según el nivel de limpieza interior que estamos
dispuestos a asumir, desde el mejor de
los mundos posibles hasta el más caótico, correspondiéndose con el grado de
conciencia en el que nos desenvolvamos. Elevar ese nivel de conciencia será
nuestra misión, no es tarea fácil, pero
sí apasionante, pues es el puro acto de la creación de nuestra propia vida.
V. Abad
miércoles, 5 de octubre de 2016
Blablar
Blablar no es lo mismo que hablar, blablar es un parloteo
incesante de origen desconocido, que no procede de nuestro interior. Es un
discurso inconexo, vacío y superficial, una ristra de palabras enlazadas que
pueden decir una cosa y su contraria a un tiempo, dependiendo de la situación y
del interlocutor. Por el contrario, hablar es el acto de expresar lo que somos
y lleva el propio testimonio interno y el compromiso de escuchar las opiniones
de los demás. Con el blableo estafamos a
las personas y lo que es peor, nos engañamos a nosotros mismos, porque ponemos
trampas a la sabiduría de nuestro corazón que es el cerebro de la emoción.
Blablando se suelen contar historias que puede que se piensen,
pero que seguramente no se sientan. Sin embargo, en el acto de hablar se cumple
la beneficiosa unión del pensar y del sentir que da lugar a esas relaciones
saludables, resultantes de la comunicación plena. Tú hablas yo escucho, tú
escuchas yo hablo. Aunque quizá, no me guste lo que pienses, aunque tú no estés
de acuerdo con lo que opino, respetándonos y sintiéndonos un ser único hacia el
otro, no hay más.
Aunque a veces,
preferimos quedarnos con el ruido de nuestras cabezas y disparar hacia fuera la
frustración de no aprender a quedarnos en silencio. Calma para escuchar el
débil silbido de un corazón ahogado por la charlatanería del ego que, sin
contar con nuestros errores, nos dice ser los mejores del mundo, mientras
hacemos caso omiso del sonido interior
que nos alienta a ser especiales, a pesar de nuestros defectos. Dos voces
distintas que parecen decir lo mismo y que, para discernirlas, necesitan la
sutileza del silencio.
A lo largo del día, nos socializamos blablando con los
compañeros de trabajo, con los papás del cole, con amigos y conocidos, en las
celebraciones o yendo de marcha. La televisión y los medios de comunicación
propagan el blableo y los políticos lo institucionalizan. En estas condiciones,
terminamos por crear un avatar de nosotros mismos y por convertir nuestra
existencia en una realidad virtual, es decir, en una mentira. Entretanto, millones de corazones
languidecen sin poder transmitir la pureza de sus cualidades y su inteligencia
emocional.
Cuando blablamos, perdemos el amor de la pareja, el cariño
del hijo, el abrazo del amigo, la palmada del compañero, la sonrisa del vecino
y los buenos días del conductor del bus. Pero sobre todo, ante la imposibilidad
de nuestra propia escucha, nos fallamos a nosotros mismos al arrebatarnos el compromiso
y la lealtad que nos debemos. Con tanta pérdida vamos siendo arrastrados por
las contingencias externas y el bullicio interno, apartados de nuestra
verdadera esencia para, finalmente, engrosar ese número de individuos que
componen la cultura de la soledad, puesto que si yo no escucho, nadie me va a
escuchar.
V. Abad
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