Tal vez no importe que los
gobiernos de occidente sigan con sus políticas desestabilizadoras en países de
otros continentes poniendo y quitando sátrapas a conveniencia, o vendiendo sus
sofisticadas armas a sus mandatarios para en definitiva, dejar a la población a
merced de su suerte, mientras ellos consigan sus objetivos económicos.
No importa pués, que aquellas gentes, y
digo “aquellas” por señalar el sentido de lejanía que occidente tiene de ciertas cuestiones, se jueguen
la vida en insufribles viajes a través del desierto y el mar con sus hijos
pegados al pecho.Tampoco es de relevancia la fluctuación de
cadáveres en el agua, en pequeñas barcazas o en maleteros de coches, personas y niños que
huyeron en busca de la paz y el progreso de los que carecían.
Entretanto, con
su típico carácter bipolar, el norte cierra los ojos dando ayudas para instalar
concertinas en las fronteras, a la vez que sanciona hipócritamente a los países
limítrofes por su dureza en el trato a los inmigrantes. Pero ahora a los
inmigrantes se suman los migrantes y el colapso está en la puerta de todas las
casas… Algo hay que hacer.
No es posible que mientras los
desheredados en algunos países europeos son contenidos a golpe de mamporros y
manguerazos, tratados como delincuentes, incluso como terroristas; los rancios políticos
con traje de corte clásico, zapatos de buena piel y perfume de marca, se
reúnan “cumbre” tras “cumbre”, para decidir una y otra vez las cuotas de
redistribución que cada nación ha de asumir, apelando a la solidaridad de los
países a los que no se les pregunta cuando se trata de repartir riqueza.
Números que no son más que almas a las que hay
que acoger con premura, porque van creciendo exponencialmente por encima de las
raquíticas propuestas de los sagaces dignatarios, que ven como la
crisis humanitaria se va recrudeciendo. Un continente que se echa encima del
otro inexorablemente. Miseria frente a miseria, la de los pobres necesitados
contra la de los pobres de espíritu… Algo hay que hacer.
No es de recibo que sea la
solidaridad de la buena gente la que aplique soluciones desplazándose valientemente
a la zona de conflicto, barcos preparados por algunas instituciones para salir en busca de los
desamparados, amarrados por la sinrazón de un gobernante que dice que las acciones han de ser en conjunto,
unánimes y en función de los acuerdos… ¿qué acuerdos? Miedo de que le corten los huevos que no
tiene. Algo hay que hacer.
Tal día como hoy, en una de
aquellas agradables charlas con mi profesor de ética en las que hablábamos del
caos que circundaba el mundo, él me preguntó si yo creía que el ser humano había crecido a lo largo de la
historia. Como no supe contestarle, él me respondió que habíamos avanzado con
el nacimiento de LOS DERECHOS HUMANOS, pero eso fue hace mucho tiempo. Ya no
quedan derechos, ni libertades, ni vergüenza… vergogna que diría el Papa. Algo
hay que hacer. V. Abad